viernes, 4 de mayo de 2018

Corporeidad - Emiliano Jiménez


Emiliano Jiménez Hernández - Bioética

1. LA VIDA DON DE DIOS

2. CORPOREIDAD


La concepción cristiana de la persona humana no es en absoluto maniquea. Contempla al hombre "todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad" (GS 3).


En la "unidad de cuerpo y alma", es donde se manifiesta el hombre como imagen de Dios, con capacidad de conocer y amar.

            La antropología bíblica no conoce el dualismo de cuerpo y alma.

El hombre bíblico vive y se interpreta a sí mismo como unidad, aunque esa unidad puede presentar aspectos diversos según las relaciones en que el hombre se halle inserto. Esto puede ilustrarse dando un rápido vistazo a los términos típicos con que la Biblia se refiere al hombre. Basar (traducido por carne y a veces por cuerpo) no significa la carne o el cuerpo en oposición al alma espiritual; significa todo el hombre, corpóreo y espiritual, visto bajo el aspecto de ser débil y frágil. Lo mismo el término nefes (traducido por psique o alma) se refiere a todo el hombre en cuanto vivo; lo opuesto a nefes no es cuerpo, sino cadáver. Cada afirmación sobre el cuerpo o sobre el espíritu atañen al hombre en su totalidad.

            Hoy es preciso subrayar con fuerza la verdad del cuerpo, como expresión de la persona humana. Pues, como señalan los Obispos españoles:

Unida a la trivialización de la sexualidad, e inseparable de ella, está la instrumentalización que se hace del cuerpo. Se hace creer, en efecto, que se puede usar del cuerpo como instrumento de goce exclusivo, cual si se tratase de una prótesis añadida al Yo. Desprendido del núcleo de la persona, y, a efectos del juego erótico, el cuerpo es declarado zona de libre cambio sexual, exenta de toda normatividad ética; nada de lo que ahí sucede es regulable moralmente ni afecta a la conciencia del Yo, más de lo que pudiera afectarle la elección de este o de aquel pasatiempo inofensivo. La frívola trivialización de lo sexual es trivialización de la persona misma, a la que se humilla muchas veces reduciéndola a la condición de objeto de utilización erótica; y la comercialización y explotación del sexo o su abusivo empleo como reclamo publicitario, son formas nuevas de degradación de la dignidad de la persona humana (La verdad os hará libres 19).

                Lo afirma igualmente con fuerza Juan Pablo II en la Evangelium vitae:

En este horizonte cultural, el cuerpo ya no se considera como realidad típicamente personal, signo y lugar de las relaciones con los demás, con Dios y con el mundo. Se reduce a pura materialidad: está simplemente compuesto de órganos, funciones y energías que hay que usar según criterios de mero goce y eficiencia. Por consiguiente, también la sexualidad se despersonaliza e instrumentaliza: de signo, lugar y lenguaje del amor, es decir, del don de sí mismo y de la acogida del otro según toda la riqueza de la persona, pasa a ser cada vez más ocasión e instrumento de la afirmación del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos. Así se deforma y falsifica el contenido originario de la sexualidad humana. (n. 23)

                La corporeidad es una dimensión fundamental del hombre como persona, pues el hombre existe realmente como ser corpóreo.

De aquí se deduce que el cuerpo está revestido de humanidad, cargado de significado humano. Este significado humano del cuerpo no está ciertamente inscrito en las estructuras biológicas o fisiológicas del cuerpo. El significado humano del cuerpo le viene del hecho de que es el cuerpo de una persona humana. Sólo a la luz de la totalidad de la persona humana es posible descubrir el significado humano del cuerpo y de las acciones corporales. De aquí que el cuerpo humano no sea un objeto, sino "la persona humana en su visibilidad".[1]

            Respecto a la propia persona, que vive su existencia en el cuerpo y a través del cuerpo, el significado fundamental de éste es el de ser el campo expresivo del hombre. Se puede decir que el cuerpo humano es la persona en cuanto que se expresa y se realiza visiblemente en el mundo, esto es, en la comunicación con los demás y en la transformación del mundo, como camino de reconocimiento de los demás. En este sentido, el cuerpo tiene un significado sacramental, en cuanto que la realidad personal existe expresándose visiblemente en el cuerpo y a través del cuerpo.             
            En relación a los demás, el cuerpo tiene, como gusta repetir Juan Pablo II, un significado esponsal. En las relaciones con los demás, el cuerpo humano es ante todo presencia de la persona para ellos. Esta presencia de persona a persona se hace cercanía, comunicación y palabra a través del cuerpo. Toda respuesta personal a la llamada del otro pasa a través del lenguaje oblativo del cuerpo.
            Espigando en las catequesis de Juan Pablo II, en las audiencias de los miércoles, dedicadas durante tres años a la teología del cuerpo, encontramos la aplicación de esta visión antropológica a la vida cristiana. La S.C. para la Educación Católica lo hace así en su documento Orientaciones educativas sobre el amor humano, del 1 de noviembre de 1983:

La visión cristiana del hombre reconoce al cuerpo una particular función, puesto que contribuye a revelar el sentido de la vida y de la vocación humana. La corporeidad es, en efecto, el modo específico de existir y de obrar del espíritu humano. Este significado es, ante todo, de naturaleza antropológica: El cuerpo revela el hombre (Audiencia del 14-11-1979), expresa la persona (9-1-80) y por eso es el primer mensaje de Dios al hombre mismo, casi una especie de sacramento primordial, entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible, el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad (20-2-80).
Hay un segundo significado de naturaleza teologal: el cuerpo contribuye a revelar a Dios y su amor creador, en cuanto manifiesta la creaturalidad del hombre, su dependencia de un don fundamental que es don del amor. Esto es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del amor como fuente de la que nació este mismo donar (9-1-80).(n.22-23)

                Por ello, el cuerpo está destinado a volver a su fuente, a ser glorificado en Dios:

Incorporado por el bautismo a Cristo, el cristiano sabe que también su cuerpo ha sido vivificado y purificado por el Espíritu que Jesús le comunica.
La fe en el misterio de Cristo resucitado, que por su Espíritu actúa y prolonga en los fieles el misterio de la pascua, descubre al creyente la vocación a la resurrección de la carne, ya incoada gracias al Espíritu que habita en el justo como prenda y germen de la resurrección total y definitiva (Orientaciones sobre el amor humano 43)

Un segundo criterio moral, para esclarecer los problemas que hoy se plantean en el ámbito de la biomedicina, se puede formular con palabras de la Donum Vitae:
La persona humana sólo puede realizarse como totalidad unificada. Pues, en virtud  de su unión substancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, ni puede ser valorado con la misma medida que el cuerpo de los animales, ya que es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta...Por ello, cualquier intervención sobre el cuerpo humano afecta a la persona misma. Juan Pablo II lo recordaba con fuerza a la Asociación Médica Mundial: "Cada persona humana, en su irrepetible singularidad, no está constituida solamente por el espíritu, sino también por el cuerpo, y por eso en el cuerpo y a través del cuerpo se alcanza a la persona misma en su realidad concreta. Respetar la dignidad del hombre comporta, por consiguiente, salvaguardar esa identidad del hombre corpore et anima unus" (n.3).



     [1] M. ARGYLE, Il corpo e il suo linguaggio, Bologna 1982; JUAN PABLO II, Teología del corpo, Roma 1982; V. MELCHIORE, Il corpo, Brescia 1984; G. ZAMBONI, Il problema dell'uomo, Palermo 1985; I. FUCEK, L'unità e la dignità della persona nell'antropologia cristiana, Medicina e Morale 3(1989)465-489.

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