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viernes, 4 de mayo de 2018

Amor y procreación - Emiliano Jiménez


Emiliano Jiménez Hernández - Bioética

1. LA VIDA DON DE DIOS

4. AMOR Y PROCREACIÓN



La sexualidad humana encierra una doble dimensión: unitiva y procreadora, inseparablemente unidas. La entrega corporal es símbolo y manifestación de un amor total y exclusivo, que se abre y encarna en la procreación. Cuando la donación mutua es total se hace fecunda, abierta a la vida. El amor, del que se ha eliminado la intención de fecundidad, siendo ésta posible, constituye una perversión del amor, llevando a los esposos a la frustración y terminando por agostarse el mismo amor.

            La llamada recíproca del hombre y la mujer al amor mutuo está orientada, en el plan de Dios, hacia la doble finalidad de crear la unidad y la vida. Por una parte, crea una relación personal, íntima, un encuentro en la unidad, una comunidad de amor, un diálogo afectivo pleno y totalizante, cuya expresión más significativa se encarna en la entrega corporal. Y, por otra parte, esta misma donación, fruto del amor, se abre hacia una fecundidad que brota como consecuencia.
"El cuerpo llama al hombre y a la mujer a su constitutiva vocación a la fecundidad, como uno de los significados fundamentales de su ser sexuado" (Juan Pablo II, 26-3-80). El hombre y la mujer constituyen dos modos de realizar, por parte de la criatura humana, una determinada participación del Ser divino: han sido creados a imagen y semejanza de Dios y cumplen esa vocación no sólo como personas individuales, sino asociados en pareja, como comunidad de amor. Orientados a la unión y a la fecundidad, el marido y la esposa participan del amor creador de Dios, viviendo a través del otro la comunión con El (Sobre el amor humano 26):
Amor y fecundidad son, por tanto, significados y valores de la sexualidad que se incluyen y reclaman mutuamente y no pueden, en consecuencia, ser considerados ni alternativos ni opuestos (Ibidem 32).

                Don viviente y personal de Dios, el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. La vocación fundamental del hombre es, por tanto, la de amar y donarse con la totalidad unificada de su ser, inseparablemente espiritual y corpóreo:
En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por el espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual (FC 11).

                La diversa y complementaria sexualidad masculina y femenina testimonia espléndidamente que la persona es un don llamado a donarse. "El don -decía Juan Pablo II el 9-1-80- revela una característica particular de la existencia personal, más aún, de la misma esencia de la persona. Cuando Dios dice que 'no es bueno que el hombre esté solo' (Gen 2,18), afirma que el hombre en solitario no realiza plenamente su esencia. La realiza existiendo con alguien, y todavía más profundamente y más plenamente, existiendo para alguien".

            "Dos en una sola carne", crecen y se multiplican. De aquí el vínculo inmediato e indivisible entre amor unitivo y amor creador. Es la verdad de la sexualidad que, en su lenguaje personalista, pone de manifiesto la Humanae Vitae:
Todo acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida. Esta doctrina, muchas veces expuesta por el magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador. Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación a la paternidad (n.12).

                La oblatividad del amor -amor mutuo entre los esposos, que se desborda en la creación de nuevas vidas- será el criterio moral en los diversos aspectos de la sexualidad. Cerrarse al amor o a la vida, como separar ambos aspectos, va contra el plan de Dios sobre la sexualidad humana, es decir, va contra el hombre mismo; es la negación de una exigencia básica del ser humano. La Familiaris consortio, glosando el nº 13 de la Humanae Vitae, dirá:
Cuando los esposos separan estos dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como árbitros del designio divino y manipulan y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación total (n.32).

                En el origen de toda persona humana -comenta Juan Pablo II- existe un acto creador de Dios; ningún hombre viene a la existencia por casualidad; es siempre el término del amor creador de Dios. De esta verdad fundamental de fe se deduce que la capacidad creadora, inscrita en la sexualidad humana, es una cooperación con el poder creador de Dios. Y se deduce también que de esta misma capacidad, el hombre y la mujer no son árbitros, no son dueños, llamados como están, en ella y por medio de ella, a ser partícipes de la decisión creadora de Dios. (Evangelium Vitae 43).

            Por tanto, cuando con la fecundación artificial o mediante los anticonceptivos, el hombre se atribuye un poder que pertenece sólo a Dios: poder de decidir en última instancia la venida a la existencia de una persona humana, entonces "no reconoce a Dios como Dios" (Juan Pablo II, 17-12-83).

            En conclusión, podemos formular un cuarto criterio de moralidad, con las palabras de la Congregación de la Fe:
Dios, que es amor y vida, ha inscrito en el varón y en la mujer la llamada a una especial participación en su misterio de comunión personal y en su obra de Creador y Padre. Por esa razón, el matrimonio posee bienes y valores específicos de unión y procreación, incomparablemente superiores a los de las formas inferiores de la vida. Estos valores y significados de orden personal determinan, en el plano moral, el sentido y los límites de las intervenciones artificiales sobre la procreación y el origen de la vida humana. Tales procedimientos no deben rechazarse por el hecho de ser artificiales; como tales testimonian las posibilidades de la medicina, pero deben ser valorados moralmente por su relación con la dignidad de la persona humana, llamada a corresponder a la vocación divina al don del amor y al don de la vida (DV 3).

Sexualidad - Emiliano Jiménez


Emiliano Jiménez Hernández - Bioética

1. LA VIDA DON DE DIOS

3. SEXUALIDAD



El hombre, espíritu encarnado en el mundo, existe creadoramente en la historia en diálogo con los otros. Su vivir es convivir. La dimensión interpersonal es constitutiva de la persona humana. Su vida acontece en forma de convivencia. El yo y el tú en soledad son modos de existencia inauténtica.

            El yo, que camina hacia el tú, y el tú, que sale al encuentro del yo, se hallan y abrazan en el amor. Como dirá P. Laín Entralgo, la comunicación personal es posible para el hombre gracias al amor. Sólo cuando dos personas se aman efusivamente entre sí se da entre ambos verdadera y real comunicación. Amando, yo me hago conocer por el otro; amándome él de manera semejante, se hace conocer por mí. Y todo ello sin confusión de nuestros respectivos seres personales. Sin convertirse en formal identificación, nuestra comunicación llega a ser verdadera comunión.[1]

            Este ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo mismo de la existencia humana. La existencia humana está siempre orientada hacia los demás. Esta estructura interpersonal se vive en la vivencia del amor en su doble dirección: amor de los demás y amor a los demás. El hombre es un ser cuya indigencia le mueve a salir de sí, pues experimenta en lo más hondo de sí que "no es bueno que el hombre esté solo". Pero, al mismo tiempo, el hombre es un ser abierto, cuya plenitud de vida le impulsa a abrirse y donarse a los demás. La sexualidad es la gran fuerza que empuja al hombre a abrirse y a salir de sí mismo, con su necesidad del otro y con su capacidad de donación al otro. La sexualidad se hace, pues, signo y fruto de la indigencia y de la riqueza de la persona, llamada indivisiblemente a amar y a ser amada, a darse y a recibir, conocer al otro, conocerse a sí misma, reconocer al otro y ser reconocida por el otro.

            Este carácter interpersonal fundamental del hombre encuentra una expresión específica en el hecho de que el hombre existe como varón o mujer. Como dice el citado documento de la Cong. para la Doctrina Católica, citando de nuevo a Juan Pablo II:   
El cuerpo, en cuanto sexuado, manifiesta la vocación del hombre a la reciprocidad, esto es, al amor y al mutuo don de sí. "Precisamente atravesando la profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el hombre en la dimensión del don recíproco, cuya expresión -que por esto mismo es expresión de su existencia como persona- es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad. El cuerpo que expresa la feminidad para la masculinidad, y viceversa, la masculinidad para la feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal" (9-1-80) .(n.24)

                En la sexualidad es donde la corporeidad humana revela las profundas posibilidades interpersonales del hombre y donde la misma intersubjetividad se revela profundamente corpórea. La sexualidad es una característica propia de la persona que, en la diversidad de varón o mujer, posibilita la palabra íntima, unitiva y creadora, que se expresa en la unión corporal. De este modo, la alteridad sexual revela la profundidad e intimidad de la interpersonalidad humana. No hay mayor coefusión que el amor de entrega personal, en el que los esposos llegan a ser una sola carne. Pero la condición dual de la persona humana -por ser humana-, incluyendo la atracción sexual carnal, se realiza superando esta atracción y situándose en la comunión y trasparencia del espíritu.

            Las relaciones sexuales no pueden ser consideradas aisladamente en su dimensión biológica, sino a la luz de la persona entera, aunque ciertamente están ligadas a la dimensión corporal del hombre, pero visto el cuerpo en su significado esponsal, como expresión del "sincero don de sí mismo" (MD 10). La sexualidad humana implica, por tanto, la totalidad de la persona:
En el contexto de una cultura que deforma gravemente e incluso pervierte el verdadero significado de la sexualidad humana, porque la desarraiga de su referencia a la persona, la Iglesia siente más urgente e insustituible su misión de presentar la sexualidad como valor y función de toda la persona, creada -varón y mujer- a imagen de Dios (FC 32).

                Todo intento de acercarse a la sexualidad humana desde una óptica dualista, se encuentra condenado al fracaso, ya sea eliminando la dimensión espiritual del cuerpo o menospreciando la condición encarnada del espíritu. Una antropología dualista está viciada desde sus raíces para captar el sentido y valor de la sexualidad. "El acto conyugal, con el que los esposos se manifiestan recíprocamente el don de sí mismos, es un acto indivisiblemente corporal y espiritual", afirma la Donum Vitae (II,B 4).

            El significado humano de la sexualidad radica esencialmente en la relación entre personas, esto es, en la reciprocidad del encuentro entre seres personales encarnados, sexuados. Todo el misterio de la sexualidad humana se halla en este encuentro interpersonal, que no puede agotarse ni separarse de las condiciones corpóreas. La sexualidad humana se da únicamente en las relaciones entre personas que se reconocen como tales. Por ello como dice A. Jeannière:

No es la sexualidad la que nos hace inventar el amor, sino el amor el que nos revela la naturaleza de la sexualidad.[2]

                Como dice el citado documento sobre el amor humano, "la persona humana, por su íntima naturaleza, exige una relación de alteridad que implica una reciprocidad de amor. Los sexos son complementarios: iguales y distintos al mismo tiempo; no idénticos, pero sí iguales en dignidad personal; son semejantes para entenderse, diferentes para completarse recíprocamente" (n.25).

            La condición sexual del hombre, en su polaridad masculina y femenina, lejos de ser una división o separación en dos mitades, que escindiese media humanidad de la otra mitad, lo que hace es referir la una a la otra, instaurando la convivencia entre los dos sexos. La sexualidad, en vez de separar, vincula al varón y la mujer. Masculinidad y feminidad son dos estructuras recíprocas. Ser varón no quiere decir otra cosa que estar referido a la mujer; y ser mujer, estar referida al varón. Desde el mismo momento de la creación, el ser humano existe en la diferencia de sexo y en la recíproca relación sexual.
            La sexualidad como don del Creador, con su bondad original y con las implicaciones del pecado, confundiendo e incluso falsificando el lenguaje sexual, nos lleva a Cristo que, con su redención, asume la sexualidad, la sana y  restituye a su bondad original de gracia y santidad:
Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano (FC 11).

                Como tercer criterio general de moralidad, hay que afirmar que "tan sólo el acto conyugal posee las condiciones realmente humanas para engendrar una nueva persona humana".



     [1] P. LAIN ENTRALGO, La comunión interpersonal en la convivencia humana, Revista de filosofía 1(1962)80-81.
     [2] A. JEANNIER, Anthropologie sexuelle, París 1964, p. 139.

Corporeidad - Emiliano Jiménez


Emiliano Jiménez Hernández - Bioética

1. LA VIDA DON DE DIOS

2. CORPOREIDAD


La concepción cristiana de la persona humana no es en absoluto maniquea. Contempla al hombre "todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad" (GS 3).


En la "unidad de cuerpo y alma", es donde se manifiesta el hombre como imagen de Dios, con capacidad de conocer y amar.

            La antropología bíblica no conoce el dualismo de cuerpo y alma.

El hombre bíblico vive y se interpreta a sí mismo como unidad, aunque esa unidad puede presentar aspectos diversos según las relaciones en que el hombre se halle inserto. Esto puede ilustrarse dando un rápido vistazo a los términos típicos con que la Biblia se refiere al hombre. Basar (traducido por carne y a veces por cuerpo) no significa la carne o el cuerpo en oposición al alma espiritual; significa todo el hombre, corpóreo y espiritual, visto bajo el aspecto de ser débil y frágil. Lo mismo el término nefes (traducido por psique o alma) se refiere a todo el hombre en cuanto vivo; lo opuesto a nefes no es cuerpo, sino cadáver. Cada afirmación sobre el cuerpo o sobre el espíritu atañen al hombre en su totalidad.

            Hoy es preciso subrayar con fuerza la verdad del cuerpo, como expresión de la persona humana. Pues, como señalan los Obispos españoles:

Unida a la trivialización de la sexualidad, e inseparable de ella, está la instrumentalización que se hace del cuerpo. Se hace creer, en efecto, que se puede usar del cuerpo como instrumento de goce exclusivo, cual si se tratase de una prótesis añadida al Yo. Desprendido del núcleo de la persona, y, a efectos del juego erótico, el cuerpo es declarado zona de libre cambio sexual, exenta de toda normatividad ética; nada de lo que ahí sucede es regulable moralmente ni afecta a la conciencia del Yo, más de lo que pudiera afectarle la elección de este o de aquel pasatiempo inofensivo. La frívola trivialización de lo sexual es trivialización de la persona misma, a la que se humilla muchas veces reduciéndola a la condición de objeto de utilización erótica; y la comercialización y explotación del sexo o su abusivo empleo como reclamo publicitario, son formas nuevas de degradación de la dignidad de la persona humana (La verdad os hará libres 19).

                Lo afirma igualmente con fuerza Juan Pablo II en la Evangelium vitae:

En este horizonte cultural, el cuerpo ya no se considera como realidad típicamente personal, signo y lugar de las relaciones con los demás, con Dios y con el mundo. Se reduce a pura materialidad: está simplemente compuesto de órganos, funciones y energías que hay que usar según criterios de mero goce y eficiencia. Por consiguiente, también la sexualidad se despersonaliza e instrumentaliza: de signo, lugar y lenguaje del amor, es decir, del don de sí mismo y de la acogida del otro según toda la riqueza de la persona, pasa a ser cada vez más ocasión e instrumento de la afirmación del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos. Así se deforma y falsifica el contenido originario de la sexualidad humana. (n. 23)

                La corporeidad es una dimensión fundamental del hombre como persona, pues el hombre existe realmente como ser corpóreo.

De aquí se deduce que el cuerpo está revestido de humanidad, cargado de significado humano. Este significado humano del cuerpo no está ciertamente inscrito en las estructuras biológicas o fisiológicas del cuerpo. El significado humano del cuerpo le viene del hecho de que es el cuerpo de una persona humana. Sólo a la luz de la totalidad de la persona humana es posible descubrir el significado humano del cuerpo y de las acciones corporales. De aquí que el cuerpo humano no sea un objeto, sino "la persona humana en su visibilidad".[1]

            Respecto a la propia persona, que vive su existencia en el cuerpo y a través del cuerpo, el significado fundamental de éste es el de ser el campo expresivo del hombre. Se puede decir que el cuerpo humano es la persona en cuanto que se expresa y se realiza visiblemente en el mundo, esto es, en la comunicación con los demás y en la transformación del mundo, como camino de reconocimiento de los demás. En este sentido, el cuerpo tiene un significado sacramental, en cuanto que la realidad personal existe expresándose visiblemente en el cuerpo y a través del cuerpo.             
            En relación a los demás, el cuerpo tiene, como gusta repetir Juan Pablo II, un significado esponsal. En las relaciones con los demás, el cuerpo humano es ante todo presencia de la persona para ellos. Esta presencia de persona a persona se hace cercanía, comunicación y palabra a través del cuerpo. Toda respuesta personal a la llamada del otro pasa a través del lenguaje oblativo del cuerpo.
            Espigando en las catequesis de Juan Pablo II, en las audiencias de los miércoles, dedicadas durante tres años a la teología del cuerpo, encontramos la aplicación de esta visión antropológica a la vida cristiana. La S.C. para la Educación Católica lo hace así en su documento Orientaciones educativas sobre el amor humano, del 1 de noviembre de 1983:

La visión cristiana del hombre reconoce al cuerpo una particular función, puesto que contribuye a revelar el sentido de la vida y de la vocación humana. La corporeidad es, en efecto, el modo específico de existir y de obrar del espíritu humano. Este significado es, ante todo, de naturaleza antropológica: El cuerpo revela el hombre (Audiencia del 14-11-1979), expresa la persona (9-1-80) y por eso es el primer mensaje de Dios al hombre mismo, casi una especie de sacramento primordial, entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible, el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad (20-2-80).
Hay un segundo significado de naturaleza teologal: el cuerpo contribuye a revelar a Dios y su amor creador, en cuanto manifiesta la creaturalidad del hombre, su dependencia de un don fundamental que es don del amor. Esto es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del amor como fuente de la que nació este mismo donar (9-1-80).(n.22-23)

                Por ello, el cuerpo está destinado a volver a su fuente, a ser glorificado en Dios:

Incorporado por el bautismo a Cristo, el cristiano sabe que también su cuerpo ha sido vivificado y purificado por el Espíritu que Jesús le comunica.
La fe en el misterio de Cristo resucitado, que por su Espíritu actúa y prolonga en los fieles el misterio de la pascua, descubre al creyente la vocación a la resurrección de la carne, ya incoada gracias al Espíritu que habita en el justo como prenda y germen de la resurrección total y definitiva (Orientaciones sobre el amor humano 43)

Un segundo criterio moral, para esclarecer los problemas que hoy se plantean en el ámbito de la biomedicina, se puede formular con palabras de la Donum Vitae:
La persona humana sólo puede realizarse como totalidad unificada. Pues, en virtud  de su unión substancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, ni puede ser valorado con la misma medida que el cuerpo de los animales, ya que es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta...Por ello, cualquier intervención sobre el cuerpo humano afecta a la persona misma. Juan Pablo II lo recordaba con fuerza a la Asociación Médica Mundial: "Cada persona humana, en su irrepetible singularidad, no está constituida solamente por el espíritu, sino también por el cuerpo, y por eso en el cuerpo y a través del cuerpo se alcanza a la persona misma en su realidad concreta. Respetar la dignidad del hombre comporta, por consiguiente, salvaguardar esa identidad del hombre corpore et anima unus" (n.3).



     [1] M. ARGYLE, Il corpo e il suo linguaggio, Bologna 1982; JUAN PABLO II, Teología del corpo, Roma 1982; V. MELCHIORE, Il corpo, Brescia 1984; G. ZAMBONI, Il problema dell'uomo, Palermo 1985; I. FUCEK, L'unità e la dignità della persona nell'antropologia cristiana, Medicina e Morale 3(1989)465-489.

Bioética - Corrientes y fundamentación antropológica-ética, ser humano-persona


“La bioética es el estudio sistemático e interdisciplinar de las acciones del hombre sobre la vida humana, vegetal y animal, considerando sus implicaciones antropológicas y éticas, con la finalidad de ver racionalmente aquello que es bueno para el hombre, las futuras generaciones y el ecosistema, para encontrar una posible solución clínica o elaborar una normativa jurídica adecuada”

a) Es un estudio sistemático, por esto merece el estatus de disciplina, no el de ciencia, porque la bioética pertenece a una disciplina más amplia que es la ética. La bioética es una ética aplicada a la ciencia y a la vida en general.
b) Interdisciplinar en la medida en la que intervienen en ella muchas otras disciplinas, no sólo la medicina o las ciencias biosanitarias sino también el derecho, la política, la economía, la filosofía, etc. Para hablar de una disciplina es necesario determinar su objeto material y su objeto formal. Por objeto entendemos qué estudia esa ciencia o disciplina; y por objeto formal entendemos bajo qué punto de vista lo estudia.
c) El objeto material de la bioética son las acciones del hombre sobre la vida in genere; en cambio, su objeto formal es desde la perspectiva ética, para ver si estas acciones son buenas y hacen al hombre mejor, o por contrario, le producen un daño a él, a la humanidad y a las generaciones futuras. Es importante señalar que cuando hablamos de las acciones del hombre sobre la vida en general, entendemos por ella vida vegetal, animal y humana. Es más, extendería también este estudio hasta las acciones sobre el medioambiente en general, es decir, sobre todo aquello que en un futuro puede incidir sobre el desarrollo de la vida humana y de las generaciones futuras. 
d) No sólo hemos de mirar las implicaciones de nuestras acciones sobre las condiciones actuales de la vida humana y del planeta, la bioética debería tener en cuenta también un concepto de responsabilidad a largo plazo, para los seres humanos actuales y para las generaciones futuras.
e) La finalidad de la bioética no es sólo reflexionar sino fundamentalmente encontrar criterios, normas o principios que guíen el obrar del hombre respecto a la vida y elaborar leyes adecuadas que permitan el desarrollo y el progreso de la humanidad

Respecto a la relación entre antropología y ética: según el concepto de hombre que se tenga se tendrá una ética distinta.
Perspectiva materialista:
- Tenderá a valorar las acciones del hombre teniendo en cuenta los aspectos científicos, pragmáticos y útiles, los puramente materiales. 
- Esta perspectiva es la que predomina por ejemplo en la bioética del Reino Unido. 
- Es coherente y lógico con la tradición empirista y las influencias del utilitarismo de Stuart Mill, por eso las conclusiones de su bioética son obviamente materialistas y pragmático-utilitaristas.
Impronta clásica y personalista
- Fundamentación ontológica. 
- Elio Sgreccia o de F. D’Agostino, en Italia. 
- Tendrán como centro el bien de la persona y el bien común entendiendo a la persona como unidad dual de alma y cuerpo.

Concepto de hombre (visión antropológica) que subyace en la bioética:
a) Materialismo / reduccionismo biologicista / funcionalismo:
- afirma que el hombre se reduce a su materia genética o biológica, a su cuerpo. 
- Reducir lo que es el hombre sólo y exclusivamente a algo material.  
- Esta posición está sostenida por autores en bioética como Peter Singer o H.T. Engelhardt jr, que reducen al hombre a la actividad neurológica y a la conciencia, a saber, a la mera cantidad material, al número de conexiones neuronales y a su funcionamiento. 
- Son materialistas todos los monismos funcionalistas o aquellas versiones que explican al hombre en virtud de la capacidad de realizar ciertas funciones vitales.
b) Dualismo interaccionista
- El hombre es un dualismo de materia y espíritu, que siendo dos sustancias completamente distintas interaccionan entre sí. 
- Sostenida por Platón y Descartes, deja sin explicación exhaustiva el cómo se unen esas dos realidades. 
c) Unidad-dual:
- Ancla sus raíces en la filosofía aristotélica, después asimilada por Santo Tomás de Aquino y actualizada por autores contemporáneos. 
- El hombre no es sólo su materia corpórea sino que es “unidad-dual” de cuerpo material y ser inmaterial o alma, entendida esta última en su sentido filosófico, como principio de vida.

Por otro lado, en bioética se habla mucho de la persona, de su dignidad y respeto, de los derechos y deberes de la misma pero al mismo tiempo asistimos a una disociación de la corporeidad respecto al ser de la persona, hasta el punto de afirmar que la identidad personal no es primera y fundamentalmente corpórea. Han surgido filosofías elaboradas ad hoc para sostener intereses prácticos concretos.
Relación cuerpo-persona, ser humano-persona, podemos observar dos posiciones antropológicas fundamentales y antitéticas:

1) Separación entre el cuerpo y la dimensión personal.
- El cuerpo no expresa la persona sino que en algunos momentos este es sólo material biológico. 
- El ser humano empieza a existir con un “cuerpo biológico” que después deviene persona, y paralelamente, primero deja de existir como persona y después como ser biológico u organismo viviente (P. Singer). Según esta teoría el embrión sería un “ser biológico de nuestra especie” que deviene persona posteriormente, y al mismo tiempo, puede dejar de existir la persona (individuo no consciente o en coma) y quedarse como ser biológico que dejaría de existir posteriormente. Esta perspectiva presenta numerosas incongruencias, por ejemplo, nos podríamos preguntar: ¿en qué momento se verificaría el paso del “cuerpo biológico”  al ser persona, y del ser persona al ser “cuerpo biológico”? Efectivamente, los autores que tienen esta posición afirman que dicho paso se produce en distintos momentos. Para algunos es en el momento de la anidación, para otros cuando comienza a tener las estructuras neuronales, para otros cuando tiene conciencia o uso de razón. Ante tal situación lo único que cabe hacer es establecer un consenso o acuerdo. 
- Todas estas posiciones en las que hay una "cosificación" del cuerpo biológico en las fases iniciales, finales o marginales de la existencia humana (el cuerpo no individuado, no racional, no consciente de sí), nos hablan de una visión cientifista de la corporeidad. Esta visión piensa que la perspectiva descriptiva de la ciencia es la única y excluye todo lo que no sea constatado científicamente. Pero el responder a la pregunta ¿cómo es el cuerpo? (descripción de la ciencia) no responde a otra pregunta más profunda ¿qué es el cuerpo? Ellos afirman: hay cuerpos que no son personas, que ya no lo son o que no lo serán nunca.
- Reducción del cuerpo a una dimensión cuantitativa y la persona es una calificación resultado de una cantidad que puede existir o no existir según la evolución de ese cuerpo humano.
- Hace la visión funcionalista de la subjetividad que afirma que son personas aquellas que se relacionan, que sienten, que razonan, que son conscientes.
- Tanto el funcionalismo como el cientifismo tienen en su raíz la escisión cartesiana entre cuerpo-objeto y persona-sujeto. Por tanto no serían personas ni los embriones, ni los fetos, ni los anencéfalos, ni los dementes, ni las personas en coma o los que están en estado vegetativo persistente...
- Aquellos que consideran que la vida humana personal es distinta de la vida humana biológica llegan a las siguientes consecuencias: 
  • Intrumentalización del cuerpo: si el cuerpo es pura materia, pura cantidad mecánica, este no pone ninguna norma intrínseca, no es vínculo para obrar con él de una determinada manera u otra. De esta manera la autonomía de la persona es regla última y norma del obrar. Es lapidaria la afirmación de H.T. Enghelhardt jr.: “estos cuerpos, no siendo ya de ninguna persona o de una mente, al menos en términos laicos generales, deberían considerarse como cadáveres biológicamente vivos, y en este sentido privados de valor y derechos”.
  • b) De todo esto se deriva una desprotección total de estos “cuerpos biológicos”. Hay unos derechos del sujeto sobre todo cuerpo, puede hacer con él lo que quiera: venderlo, manipularlo, modificarlo. De ahí que el embrión pueda ser manipulado, vendido, eliminado, etc.
  • c) La licitud en el plano ético y jurídico. Los derechos son distintos, es lícito el infanticidio, la eutanasia, la eugenesia, entre otros.

2) NO Separación entre el cuerpo y la dimensión personal. 
- La dimensión biológico-corpórea es ya una manifestación de la persona.
- El cuerpo del hombre, y por tanto de la persona, comienza a existir en el momento en el que se produce la fecundación entre dos gametos. Es en ese momento cuando comienza el individuo biológico, a saber la persona. No hay otro momento u otra distinción para ser persona sino el pertenecer a la especie homosapiens.
- Existen dimensiones no mensurables, no empíricas. La persona posee una dimensión inmaterial, unida inseparablemente al cuerpo. 
- El cuerpo biológico es el mismo tanto en el inicio como en sus fases posteriores (continuidad del ser).
- Todo ser humano es persona.

Ser persona tiene un valor normativo, bioético y jurídico. Si se distinguieran cuerpos humanos vivos y personas se enchufaría la máquina de las discriminaciones. ¿Quién y cuándo establecería en qué momento un cuerpo humano pasa a ser persona o viceversa? La situación paradójica en la que caeríamos sería absurda. En cambio, hay una igualdad simétrica entre todos los hombres. El dualismo cuerpo-persona plantearía serias objeciones a los derechos humanos. El cuerpo humano, cualquiera que sea su fase de desarrollo, manifestación, etc. debe ser protegido, tutelado, como “lugar” donde vive la persona y como fuente de normatividad y responsabilidad. La bioética tiene el deber de defender la igualdad entre hombres cualquiera que sea su cuerpo ya que introducir diferencias sería el desmoronarse del edificio de una convivencia pacífica. La tutela del cuerpo, que al principio es imperceptible y al final es débil por parte de la comunidad de personas, es el fundamento de toda posibilidad de una ética y de un derecho.
En síntesis, la corporeidad debe ser considerada además de relacionalidad originaria, como una unidad somática e integral con una organicidad entre sus partes y una direccionalidad intrínseca, como categoría fundamental en todo ser humano. Para su comprensión última no basta la interpretación fenomenológica de la misma sino que es necesario afirmar unos principios metafísicos intrínsecos a toda corporeidad como son la unidad del ser vivo, el acto y la potencia de sus funciones, la existencia de cambios accidentales y funcionales y la permanencia de la sustancia. No se puede reducir la persona a la realización actual de sus funciones.

Corrientes en bioética
En la bioética contemporánea encontramos una amplia gama de teorías que varían debido a razones circunstanciales, a tradiciones filosóficas distintas o simplemente a intereses económicos. Analizaremos brevemente cuáles son las más significativas o las que mayor influencia han tenido en debate bioético.

a) Principalismo: 
- En el año 1979 dos norteamericanos, T. L. Beauchamp y J. Childress, que habían formado parte la Comisión que elaboró el Informe Belmont, hablaron por primera vez de los principios que debían regir la toma de decisiones en bioética en su volumen "Principles of biomedical ethics". Estos cuatro principios, constituyen el núcleo teórico de la llamada bioética principialista, son: 
- principio de autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia
- "Un principio de respeto a la autonomía requiere que las personas estén capacitadas para ordenar sus valores y creencias y para actuar sin intervenciones controladoras de otros. Incluso si existe un riesgo que a los demás les pueda parecer temerario, este principio exige la no interferencia y el respeto a las opciones autónomas de otras personas. Por ejemplo, los pacientes autónomos e informados tienen derecho a decidir que la intervención médica para evitar la muerte es inaceptable; estos pacientes tienen derecho a negarse a seguir siendo tratados, incluso a una muerte segura. Sin embargo, dichos derechos no siempre tienen una autoridad absoluta, y por ello pueden, en principio, encontrarse razones que justifiquen una intervención”[Beauchamp TL. “Methods and principles in biomedical ethics”, en J Med Ethics 29 (2003): 269-274.].
- La propuesta de Beauchamp y Childress predominó hasta los años noventa en que Clousert y Gert publicaron un artículo en el que criticaban el principialismo. La razón fundamental de la crítica era que no ofrecían una tabla de principios jerárquica y convincente. A raíz de las críticas los autores modificaron su obra. No obstante, les han dirigido otras críticas, como por ejemplo, la ausencia de una teoría antropológica que sustente los principios y que ofrezca una posible vía de solución en caso de conflicto entre dos principios.

b) Principalismo moderado: 
- El Principialismo moderado de Diego Gracia, expuesto en su volumen Fundamentos de Bioética. Este autor, Catedrático de Bioética en la Universidad Complutense de Madrid, es el que más influencia ha tenido en España y en países de habla hispana.
- Jerarquiza los principios distinguiendo dos de rango superior (no-maleficencia y justicia) y dos de rango inferior (beneficiencia y autonomía).
- No dedica espacio a la fundamentación antropológica y la mayoría de sus alumnos optan por una ética de carácter deliberativo, en algunas ocasiones arbitraria, conflictiva y en gran parte llegan a conclusiones relativistas.

c) Utilitarismo y funcionalismo:
- De raíz empirista, materialista y basado en las teorías de Bentham y Stuart Mill. 
- Considera que es bueno aquello que produce el mayor bienestar y beneficio para el mayor número de personasSe realiza un cálculo costo-beneficio y el resultado práctico es lo que se decide.
- Generalmente está asociado a la visión funcionalista, como la de P. Singer: para Singer el fundamento del ser persona es la capacidad de tener conciencia, por lo tanto, existe la distinción entre ser humano y persona. Sería ser humano todo ser vivo de la especie homo sapiens sapiens, mientras que sería persona sólo aquel ser humano capaz de realizar actos de razón. Esto significa que ni el embrión, ni el feto, ni el anencéfalo, ni el individuo en coma, ni el enfermo con grave discapacidad, son personas. Esta concepción antropológica, seguida de un razonamiento meramente pragmático, hace que la posición de P. Singer derive hacia posiciones liberales en las que está permitida la eugenesia, la eutanasia, el aborto, entre otros.

c) Contractualismo:
- Sigue la tradición empirista y hobbesiana (Thomas Hobbes: "El lobo es un lobo para el hombre"), y ante la imposibilidad de llegar a una ética universal, la única posibilidad remanente es el consenso y el contrato social en bioética.
- El autor más representativo de esta posición es H.T. Engelhardt jr. Para él la única fuente de autoridad es el consenso pues cualquier otra argumentación es débil y no hay posibilidad de establecer principios de carácter universal.

d) Ética de mínimos:
- es una forma del contractualismo de Engelhardt. Se basa en el mismo supuesto: ante la imposibilidad de establecer principios con validez universal, sólo nos queda acordar una “ética de mínimos” que todos compartamos y que sea el fundamento de la convivencia.
- En España, la autora más importante de esta corriente es Adela Cortina en la Universidad de Valencia, con ella Victoria Camps en la Universidad Autónoma de Barcelona y Javier Sádaba en la Universidad Autónoma de Madrid.
- Uno de los límites de esta posición es el de reducir la ética a política, es más, sustituir la ética con la política haciendo que la ética permanezca en el ámbito de lo privado y la política (mínimos) en lo público.

e) Ética del cuidado:
- Teoría que encuentra su fundamento en la filosofía fenomenológica y que ha sido desarrollada por numerosas autoras como la psicóloga feminista C. Gilligan.
- Está inspirada en las obras del filósofo francés P. Ricoeur y en el pensamiento de matriz fenomenológica y dialógico. Centra su atención en la categoría del cuidado, con excelentes resultados, pero necesita también una concepción antropológica que oriente la acción
- El pensamiento fenomenológico y dialógico puede enriquecer enormemente la reflexión bioética introduciendo categorías como la relación, la empatía, simpatía, afecto, honestidad, responsaibilidad, seguridad, claridad, privacidad...

f) Ética narrativa:
- Descrita fundamentalmente por H. Brody. Para él la ética clínica es un diálogo o síntesis entre los “principios recibidos, colectivos” y las “particularidades de cada persona, la historia que narra”.
- No tiene fundamentación antropológica y ética, es relativista y subjetiva.
- Concepto distinto del ser humano: concepto de identidad personal como un proceso, como una construcción por parte del sujeto y por interacción con su ambiente social.
- Puesto que la identidad se va formando y se define (no por los rasgos objetivos) sino por el carácter, para entender el contexto de una decisión es necesario el relato narrativo de la vida del actor.
- La narrativa de una vida moral es siempre una interpretación (propia) y ésta tiene prioridad para decisiones morales --> seguir las emociones.


g) Bioética casuística:
- representada por autores como A. Jonsen y S. Toulmin.
- Considera que está bien aquello que se decida en cada situación, decidiendo independientemente de otras consideraciones. Puramente subjetiva.

h) Personalismo con fundamentación ontológica:
- Desde los años 80 se ha desarrollado una corriente, cuyo iniciador –Elio Sgreccia – denomina “personalismo bioético con fundamentación ontológica”. Dicha corriente se contrapone a las anteriormente expuestas o las complementa, como en el caso de la teoría del cuidado y la bioética narrativa.
Es una síntesis entre la filosofía realista clásica y algunos elementos de la fenomenología contemporánea personalista. El núcleo de su filosofía –de raigambre aristotélico-tomista- consiste en afirmar que la persona es unión sustancial de alma y cuerpo, de corporeidad y alma metafísica y espiritual, y basándose en los datos de la ciencia afirma que existe el ser humano y la persona desde el momento en que empieza a existir su cuerpo, es decir, desde el momento de la fecundación.
- Teniendo una base antropológica, el personalismo metafísico u ontológico, infiere algunos principios que podrían servir como orientación en el obrar práctico: respeto de la vida física, principio terapéutico, libertad-responsabilidad y justicia solidariedad.
- Cabe destacar la relevancia que tiene en esta corriente el concepto de naturaleza humana entendida como una realidad que no es meramente empírica. (ya que gran parte de los errores del relativismo tienen su origen en concebir la naturaleza humana como algo puramente empírico. De ahí la visión de Hume, Hobbes, Stuart Mill o Bentham, origen de las bioéticas relativistas o contractualistas). Sólo recuperando el concepto de naturaleza humana teleológica y finalizada será posible salvaguardar la intrínseca dignidad permanente y constante en los cambios accidentales de la persona humana. Es aplicable a este modelo todo lo expuesto en el epígrafe anterior sobre la fundamentación antropológica que identifica cuerpo y persona.