“La verdad del
amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la
legislación familiar”
Apartado 4: "La disolución de la imagen del hombre" sobretodo 4.a y 4.b
http://www.conferenciaepiscopal.es/la-verdad-del-amor-humano-orientaciones-sobre-el-amor-conyugal-la-ideologia-de-genero-y-la-legislacion-familiar/
Apartado 4: "La disolución de la imagen del hombre" sobretodo 4.a y 4.b
http://www.conferenciaepiscopal.es/la-verdad-del-amor-humano-orientaciones-sobre-el-amor-conyugal-la-ideologia-de-genero-y-la-legislacion-familiar/
De 2 corrientes, aparentemente
contrapuestas, vienen las propuestas que distorsionan la consideración del
hombre hecho «a imagen de Dios» y, derivadamente, las imágenes del matrimonio y
de la familia. Una y otra parten de un mismo principio: una injusta valoración
de la corporalidad.
El espiritualismo: el papel que la sexualidad desempeña en ese amor comprometería la trascendencia y la gratuidad de las formas más elevadas de amor. Se piensa, sobre todo, que sería inapropiado asociarlo al amor divino. El ágape, fruto de la gracia, fundado en la fe y caracterizado por la oblación, no tendría nada que ver con el eros, relacionado con el cuerpo, proveniente del deseo de posesión y orientado a la autoafirmación. La contraposición entre eros y ágape recomendaría una reserva de principio a la propuesta de hacer del amor entre hombre y mujer el arquetipo de cualquier tipo de amor. La corporeidad se ve como un obstáculo para el amor espiritual.
El materialismo: subyacente también en las teorías contemporáneas de “género”. Estas pretenden desvincular la sexualidad de las determinaciones naturales del cuerpo, hasta el punto de disolver el significado objetivo de la diferencia sexual entre hombre y mujer. El cuerpo queda reducido a materia manipulable para obtener cualquier forma de placer
Detrás de estas corrientes hay un
mismo denominador: una concepción antropológica dualista.
A ello se asocia un
individualismo que, precisamente porque rechaza reconocer los significados
intrínsecos del cuerpo, no capta el valor del lenguaje de la corporalidad en
las relaciones humanas.
Cuando se debilita o se oscurece
la imagen del ser humano, se oscurece también la imagen del matrimonio y de la
familia. Se llega, incluso, a considerar esas instituciones como ataduras que
coartan la espontaneidad de la vocación al amor. No es difícil constatar cómo
la banalización de la sexualidad conduce a una percepción, al menos parcial y
fragmentada, de la realidad del matrimonio y de la familia. Una perspectiva
desde la que resulta poco menos que imposible percibir toda su belleza.
Detrás de esa visión obscurecida
y fragmentada parece existir el influjo de algunos mensajes ideológicos y
propuestas culturales, entre cuyos objetivos está, sobre todo, proponer la
absolutización subjetivista de una libertad que, desvinculada de la verdad,
termina por hacer de las emociones parciales la norma del bien y de la
moralidad.
Es en la actualidad cuando se ha
llegado a plantear la más radical de las separaciones, aquella que disocia
radicalmente sexualidad y amor; de manera particular a la propuesta de la
llamada “ideología de género”.
A) LA “IDEOLOGÍA DE GÉNERO”
Los antecedentes de esta
ideología hay que buscarlos en el feminismo radical y en los primeros grupos
organizados a favor de una cultura en la que prima la despersonalización
absoluta de la sexualidad.
Este primer germen cobró cuerpo
con la interpretación sociológica de la sexualidad llevada a cabo por el informe
Kinsey, en los años cincuenta del siglo pasado.
Después, a partir de los años
sesenta, alentado por el influjo de un cierto marxismo que interpreta
la relación entre hombre y mujer en forma de lucha de clases, se ha
extendido ampliamente en ciertos ámbitos culturales.
El proceso de “deconstrucción” de
la persona, el matrimonio y la familia, ha venido después propiciado por
filosofías inspiradas en el individualismo liberal, así como por el constructivismo
y las corrientes freudo-marxistas.
- Primero se postuló la práctica de la sexualidad sin la apertura al don de los hijos: la anticoncepción y el aborto.
- Después, la práctica de la sexualidad sin matrimonio: el llamado “amor libre”.
- Luego, la práctica de la sexualidad sin amor.
- Más tarde la “producción” de hijos sin relación sexual: la llamada reproducción asistida (fecundación in vitro, etc.).
- Por último, con el anticipo que significó la cultura unisex y la incorporación del pensamiento feminista radical, se separó la “sexualidad” de la persona: ya no habría varón y mujer; el sexo sería un dato anatómico sin relevancia antropológica. El cuerpo ya no hablaría de la persona, de la complementariedad sexual que expresa la vocación a la donación, de la vocación al amor. Cada cual podría elegir configurarse sexualmente como desee.
Así se ha llegado a configurar
una ideología con un lenguaje propio y unos objetivos determinados, de los que
no parece estar ausente la intención de imponer a la sociedad una visión de la
sexualidad que, en aras de un pretendido “liberacionismo”, “desligue” a las
personas de concepciones sobre el sexo, consideradas opresivas y de otros
tiempos.
Descripción de la ideología de género
- Conjunto sistemático de ideas, encerrado
en sí mismo, que se presenta como teoría científica respecto del
“sexo” y de la persona.
-
Idea fundamental derivada de un fuerte dualismo antropológico, es que el “sexo” sería un mero dato biológico: no configuraría en modo alguno la realidad de la persona. El “sexo”, la “diferencia sexual” carecería de significación en la realización de la vocación de la persona al amor. Lo que existiría –más allá del “sexo” biológico– serían “géneros” o roles que, en relación con su conducta sexual, dependerían de la libre elección del individuo en un contexto cultural determinado y dependiente de una determinada educación.
Idea fundamental derivada de un fuerte dualismo antropológico, es que el “sexo” sería un mero dato biológico: no configuraría en modo alguno la realidad de la persona. El “sexo”, la “diferencia sexual” carecería de significación en la realización de la vocación de la persona al amor. Lo que existiría –más allá del “sexo” biológico– serían “géneros” o roles que, en relación con su conducta sexual, dependerían de la libre elección del individuo en un contexto cultural determinado y dependiente de una determinada educación.
-
El marco de fondo: cultura “pansexualista”.
Una sociedad moderna –se postula– ha de considerar bueno “usar el sexo” como
un objeto más de consumo. Y si no cuenta con un valor personal, si la
dimensión sexual del ser humano carece de una significación personal, nada
impide caer en la valoración superficial de las conductas a partir de la mera
utilidad o la simple satisfacción.
-
Así se termina en el permisivismo más radical
y, en última instancia, en el nihilismo más absoluto.
-
Nocivas consecuencias de este vaciamiento de
significado: una cultura que no genera vida y que vive la tendencia cada
vez más acentuada de convertirse en una cultura de muerte.
“Género”, por tanto, es, según
esta ideología un término cultural para indicar las diferencias
socioculturales entre el varón y la mujer. Es necesario distinguir entre
lo que es “dado” por la naturaleza biológica (el “sexo”) y lo que se debe a las
construcciones culturales “hechas” según los roles o tareas que cada sociedad
asigna a los sexos (el “género”).
-
Núcleo central de esta ideología: el “dogma”
pseudocientífico según el cual el ser humano nace “sexualmente neutro”.
-
El género no tendría ninguna base biológica:
sería una mera construcción cultural.La identidad sexual y los roles
que las personas de uno y otro sexo desempeñan en la sociedad son productos
culturales, sin base alguna en la naturaleza.Cada uno puede optar en
cada una de las situaciones de su vida por el género que desee,
independientemente de su corporeidad. En consecuencia, “hombre” y “masculino”
podrían designar tanto un cuerpo masculino como femenino; y “mujer” y
“femenino” podrían señalar tanto un cuerpo femenino como masculino. Entre otros
“géneros” se distinguen: el masculino, el femenino, el homosexual masculino, el
homosexual femenino, el bisexual, el transexual, etc.
-
Lo decisivo en la construcción de la
personalidad sería que cada individuo pudiese elegir sobre su orientación
sexual a partir de sus preferencias. Con esos planteamientos no puede
extrañar que se “exija” que a cualquier “género sexual” se le reconozcan los
mismos derechos. De no hacerlo así, sería discriminatorio y no respetuoso
con su valor personal y social.
Difusión de la ideología de género
-
Manipulación del lenguaje. Se ha
propagado un modo de hablar que enmascara algunas de las verdades básicas de
las relaciones humanas.
o
Término “matrimonio”, cuya significación se
ha querido ampliar hasta incluir bajo esa denominación algunas formas de
unión que nada tienen que ver con la realidad matrimonial.
o
El empleo, de forma casi exclusiva, del
término “pareja” cuando se habla del matrimonio;
o
la inclusión en el concepto de “familia” de
distintos “modos de convivencia” más o menos estables, como si existiese
una especie de “familia a la carta”;
o
el uso del vocablo “progenitores” en lugar de
los de “padre” y “madre”;
o
la utilización de la expresión “violencia de
género” y no la de “violencia doméstica” o “violencia en el entorno
familiar”, expresiones más exactas, ya que de esa violencia también son
víctimas los hijos.
o
Etc.
-
Ideología, introducida primero en los acuerdos
internacionales sobre la población y la mujer, ha dado lugar después a
recomendaciones por parte de los más altos organismos internacionales y de
ámbito europeo que han inspirado algunas políticas de los Estados.
-
Como eco de esas recomendaciones, se han tomado
algunas medidas legislativas a fin de “imponer” la terminología propia de
esta ideología.
-
Se busca, sobre todo, impregnar de esa
ideología el ámbito educativo. Objetivo: que la la sociedad vea como
“normal” los postulados que se proclaman. Eso solo se conseguirá si se educa en
ella, ya desde la infancia, a las jóvenes generaciones.
-
Evitar cualquier formación auténticamente
moral sobre la sexualidad humana (que en este campo se excluya la educación
en las virtudes, la responsabilidad de los padres y los valores espirituales, y
que el mal moral se circunscriba exclusivamente a la violencia sexual de uno
contra otro).
B) MÁS ALLÁ DE LA “IDEOLOGÍA DE GÉNERO” (QUEER, CYBORG, TRANSHUMANISMO)
La concepción constructivista del
sexo, propia de la “ideología del género”, es asumida y prolongada por las
teorías “queer” (raro). Sobre la base de que el “género” es “performativo” y se construye
constantemente, proclaman que su identidad es variable, dependiendo
de la voluntad del sujeto. Este presupuesto, que lleva necesariamente a la disolución
de la identidad sexual y de género, conduce también a defender su
transgresión permanente. Subvertir el orden establecido, convertir el “genero”
en parodia –se afirma– es el camino para construir la nueva sexualidad, acabar
con el sexo y establecer un nuevo orden a la medida de las transgresiones.
-
Para alcanzar ese propósito las teorías “queer”
abogan por la destrucción de lo que denominan orden “heteronormativo”,
se apoye o no en la corporalidad.
-
La idea sobre la sexualidad y los modos o
prácticas sexuales no pueden en ningún caso estar sometidos a una normativa,
que, por eso mismo, sería excluyente. Cuanto se refiere al sexo y al
“género” pertenece exclusivamente a la voluntad variable y cambiante del
sujeto.
No debe extrañar, por eso, que estas
teorías conduzcan inevitablemente al aislamiento y enclaustramiento de la
persona, se centren casi exclusivamente en la reivindicación de los
derechos individuales y la transformación del modelo de sociedad recibido. Las
prácticas sexuales transgresivas se ven, en consecuencia, como armas de
poder político.
En esta misma línea se encuadra
también la llamada teoría del “cyborg” (organismo cibernético, híbrido
de máquina y organismo), entre cuyos objetivos está, como paso primero, la emancipación del cuerpo:
cambiar el orden significante de la corporalidad, eliminar la naturaleza.
Se trata de ir a una sociedad sin sexos y sin géneros, en la que el ideal
del “nuevo” ser humano estaría representado por una hibridación que rompiera la
estructura dual hombre–mujer, masculino–femenino.
-
Una sociedad, por tanto, sin
reproducción sexual, sin paternidad y sin maternidad.
-
La sociedad así construida estaría confiada
únicamente a la ciencia, la biomedicina, la biotecnología y la
ingeniería genética. El origen y final del existir humano se debería solo a
la acción de la ciencia y de la tecnología, las cuales permitirían lograr ese transhumanismo
en el que quedaría superada su propia naturaleza (posthumanismo).
Debajo, como fundamento de esta
deconstrucción del cuerpo, hay un pensamiento materialista y radical, en
definitiva inhumano.
- porque se niega la diferencia esencial entre el ser humano y el animal.
- porque se niega esa misma diferencia entre los organismos animales-humanos y las máquinas.
- porque tampoco se admite esa separación esencial entre lo físico y lo “no físico” o espacio cibernético virtual.
-
La dignidad de la persona se degrada hasta el
punto de ser rebajada a la condición de cosa u objeto totalmente manipulable.
-
La corporalidad, no tendría significado
antropológico alguno. Y por eso mismo carecería también de significado
teológico.
-
La negación de la dimensión religiosa es
el presupuesto necesario para poder construir el modelo de hombre y la
construcción de la sociedad que se intentan.
No es
arriesgado afirmar que esta teoría lleva a una idea inhumana del hombre,
porque, arrastrada por su concepción del mundo, absolutamente materialista,
laicista y radical, es incapaz de reconocer cualquier referencia a Dios.
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