ü
El hombre y la mujer son queridos y creados por
Dios el uno para el otro.
ü
Dios no ha hecho al hombre y a la mujer "a
medias" e "incompletos".
ü
Hombre y mujer son iguales en cuanto a personas.
ü
Hombre y mujer son complementarios cuanto
masculino y femenino.
ü
El hombre y la mujer, como esposos y padres,
cooperan de una manera única en la obra del Creador.
ü
La vocación común de todos los discípulos de
Cristo es a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo.
ü
El sacramento del Matrimonio, está ordenado a la
salvación de los demás.
ü
El sacramento del Matrimonio contribuye a la
propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los
demás.
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Los cónyuges cristianos, son fortificados y como
consagrados para los deberes y dignidad de su estado por el Sacramento del
matrimonio.
ü
Por el sacramento del matrimonio los esposos son
capacitados para representar y testimoniar la fidelidad de Dios a su alianza,
de Cristo con la Iglesia
ü
En la alianza matrimonial el varón y la mujer
constituyen entre sí un consorcio de toda la vida.
ü
El matrimonio está ordenado por su misma índole
natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole.
ü
La alianza matrimonial fue elevada por Cristo
Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.
ü
El mismo Dios es el autor del matrimonio.
ü
La vocación al matrimonio se inscribe en la
naturaleza misma del hombre y de la mujer
ü
El matrimonio no es una institución puramente
humana.
ü
La salvación de la persona y de la sociedad
humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad
conyugal y familiar.
ü
Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha
llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser
humano.
ü
El hombre fue creado a imagen y semejanza de
Dios, que es Amor.
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El amor mutuo entre esposo y esposa se convierte
en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre.
ü
El desorden (discordia, espíritu de dominio,
infidelidad, celos, conflictos...) que pueden conducir hasta el odio y la
ruptura no tiene su origen en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni tiene
su origen en la naturaleza de las relaciones entre el hombre y la mujer,
ü
tiene su origen en el pecado.
ü
La ruptura con Dios, tiene como consecuencia
primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer.
ü
Para sanar las heridas del pecado, el hombre y
la mujer necesitan de la ayuda de la gracia que Dios.
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Sin la ayuda de la gracia de Dios, el hombre y
la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual
Dios los creó "al comienzo".
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Dios no abandona al hombre pecador.
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El matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre
sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la
ayuda mutua, al don de sí.
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En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad
el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la
quiso al comienzo.
ü
La unión matrimonial del hombre y la mujer es
indisoluble: Dios mismo la estableció: "lo que Dios unió, que no lo separe
el hombre".
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Dios da la fuerza y la gracia para vivir el
matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios.
ü
El Matrimonio cristiano es signo eficaz,
sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia.
ü
El vínculo con Cristo debe ocupar el primer
lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales.
ü
En la celebración del matrimonio en el rito
latino, tiene lugar normalmente dentro de la Santa Misa.
ü
Los esposos sellan su consentimiento en darse el
uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas.
ü
Los esposos, como ministros de la gracia de
Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente
el sacramento del matrimonio.
ü
Los esposos reciben el Espíritu Santo, sello de
la alianza, fuente de su amor y fuerza con que se renovará su fidelidad.
ü
En la alianza matrimonial, sin el consentimiento
entre el hombre y la mujer no hay matrimonio.
ü
El consentimiento entre el hombre y la mujer
debe de ser libre (sin coacción, ni violencia ni temor grave externo y sin
impedimentos naturales o eclesiales)
ü
En el consentimiento los esposos se dan y se
reciben mutuamente.
ü
El consentimiento es sellado por el mismo
Dios
ü
La Iglesia, si procede, ósea si el matrimonio no
es válido, puede declarar la nulidad del matrimonio (no puede anular un
matrimonio válido).
ü
Si el matrimonio es nulo significa que éste
nunca ha existido.
ü
Si el matrimonio es nulo los contrayentes quedan
libres para casarse.
ü
Del matrimonio válido se origina entre los
cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo.
ü
El vínculo matrimonial válido es establecido por
Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no
puede ser disuelto jamás.
ü
El matrimonio sacramental es un acto litúrgico.
Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la
Iglesia.
ü
El matrimonio crea derechos y deberes en la Iglesia
entre los esposos y para con los hijos.
ü
Por ser el matrimonio un estado de vida en la
Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener
testigos).
ü
El carácter público del consentimiento protege
el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.
ü
La preparación para el matrimonio es de primera
importancia:
ü
La enseñanza dados por los padres y por las
familias son el camino privilegiado de esta preparación.
ü
Hablamos de "matrimonio mixto" cuando
es entre católico y bautizado no católico (ej: católico y evangélico).
ü
Hablamos de "matrimonios con disparidad de
culto" cuando es entre católico y no bautizado.
ü
Contrayentes con "disparidad de culto"
pueden llegar a casarse pero ello puede conllevar serias dificultades y
tensiones en el matrimonio y en la educación de los hijos.
ü
Los “matrimonio mixtos” o con “disparidad de
culto” necesitan, para su licitud/validez, de permiso o dispensa.
ü
En los “matrimonio mixtos” o con “disparidad de
culto” es necesario que ambas partes conozcan y no excluyan los fines del
matrimonio y que la parte católica confirme los compromisos de conservar la
propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia
Católica.
ü
La gracia propia del sacramento del Matrimonio perfecciona
el amor de los cónyuges, fortalece la unidad indisoluble de los cónyuges, y ayuda
a la mútua santificación en la vida conyugal y en la acogida y educación de los
hijos. Cristo es la fuente de esta gracia.
ü
El matrimonio cristiano exige la unidad y la
indisolubilidad, la fidelidad de la donación total recíproca.
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El matrimonio cristiano se abre a fecundidad.
ü
La poligamia es contraria a la igual dignidad de
uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.
ü
El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo
definitivo, no algo pasajero.
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En las situaciones en que la convivencia
matrimonial se hace haga prácticamente imposible, la Iglesia admite la
separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. En este caso, los
esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para
contraer una nueva unión. Están llamados a vivir cristianamente su situación en
la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble. En esta
situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación.
ü
En cuanto al divorcio, no se puede reconocer
como válida la nueva unión, si el primer matrimonio era válido. Si los
divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que
contradice objetivamente a la ley de Dios.
ü
Los hijos son un don precioso del matrimonio y
contribuyen mucho al bien de sus mismos padres.
ü
Los padres son los principales y primeros
educadores de sus hijos.
ü
Los padres han de ser para sus hijos los
primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo.
ü
Los esposos a los que Dios no ha concedido tener
hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente
(fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio).
ü
«Honra a tu padre y a tu madre, para que se
prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20,
12).
ü
Estamos obligados a honrar y respetar a todos
los que Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.
ü
Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a
los abuelos y antepasados.
ü
Se extiende a los deberes de los alumnos
respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los
ciudadanos respecto a los que gobiernan...
ü
La no observancia de este mandamiento entraña
grandes daños para las comunidades y las personas humanas.
ü
Las justas relaciones entre patronos y
empleados, gobernantes y ciudadanos, suponen la benevolencia natural conforme a
la dignidad de personas humanas deseosas de justicia y fraternidad.
ü
Este mandamiento determina tanto los deberes de
quienes ejercen la autoridad como los de quienes están sometidos a ella.
ü
Los que ejercen una autoridad deben ejercerla
como un servicio.
ü
Nadie puede ordenar o establecer lo que es
contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural.
ü
El poder político está obligado a respetar los
derechos fundamentales de la persona humana.
ü
Deber de los ciudadanos es cooperar con la
autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia,
solidaridad y libertad.
ü
El amor y el servicio de la patria forman parte
del deber de gratitud y del orden de la caridad.
ü
La sumisión a las autoridades legítimas y el
servicio del bien común exigen de los ciudadanos que cumplan con su
responsabilidad en la vida de la comunidad política.
ü
La sumisión a la autoridad y la
corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos,
el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país
ü
El ciudadano tiene obligación en conciencia de
no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos
son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales
de las personas o a las enseñanzas del Evangelio.
ü
El matrimonio y la familia están ordenados al
bien de los esposos y a la procreación y educación integral de los hijos.
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El amor de los esposos y la generación de los
hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y
responsabilidades primordiales.
ü
En la familia sus miembros son personas iguales
en dignidad.
ü
La familia implica una diversidad de
responsabilidades, de derechos y de deberes.
ü
La familia es la célula original de la vida
social. Es iniciación a la vida en sociedad.
ü
La familia debe vivir de manera que sus miembros
aprendan el cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de
los enfermos o disminuidos, y de los pobres.
ü
La familia debe ser ayudada y defendida mediante
medidas sociales apropiadas.
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La comunidad política tiene el deber de honrar a
la familia, asistirla y asegurarle especialmente:
—
la libertad de fundar un hogar,
-
de tener hijos
—
la libertad de profesar su fe, transmitirla, educar a
sus hijos en ella, con los medios y las instituciones necesarios;
—
la protección de la estabilidad del vínculo conyugal y
de la institución familiar;
—
el derecho a la propiedad privada
-
derecho a tener una vivienda,
-
a la libertad de iniciativa,
-
a tener un trabajo,
-
el derecho a emigrar;
—
conforme a las instituciones del país, el derecho a la
atención médica, a la asistencia de las personas de edad, a los subsidios
familiares;
—
la protección de la seguridad y la higiene,
especialmente por lo que se refiere a peligros como la droga, la pornografía,
el alcoholismo, etc.;
—
la libertad para formar asociaciones con otras familias
y de estar así representadas ante las autoridades civiles.
ü
El respeto de los hijos, menores o mayores de
edad, hacia su padre y hacia su madre, se nutre del afecto natural nacido del
vínculo que los une.
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El respeto de los hijos es exigido por el
precepto divino.
ü
Cuando los hijos se hacen mayores, éstos deben
seguir respetando a sus padres.
ü
La obediencia a los padres cesa con la
emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual
permanece para siempre
ü
El respeto filial se expresa en la docilidad y
la obediencia verdaderas.
ü
Mientras vive en el domicilio de sus padres, el
hijo debe obedecer a todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la
familia.
ü
Los niños deben obedecer también las
prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus
padres los han confiado. Pero si el niño está persuadido en conciencia de que
es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla.
ü
Los hijos mayores de edad tienen también
responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben
prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus
enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento.
ü
El respeto filial favorece la armonía de toda la
vida familiar; atañe también a las relaciones entre hermanos y hermanas. El
respeto a los padres irradia en todo el ambiente familiar.
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Los cristianos están obligados a una especial
gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la Fe.
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La fecundidad del amor conyugal no se reduce a
la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su
educación moral y a su formación espiritual.
ü
El papel de los padres en la educación tiene
tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse.
ü
El derecho y el deber de la educación son para
los padres primordiales e inalienables.
ü
Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos
de Dios y respetarlos como a personas humanas.
ü
Los padres han de educar a sus hijos en el
cumplimiento de la ley de Dios, sobretodo con el ejemplo.
ü
Por la gracia del sacramento del matrimonio, los
padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus
hijos.
ü
Los padres deben saber reconocer ante sus hijos
sus propios defectos.
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Los padres deben enseñar a los hijos a guardarse
de los riesgos y las degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.
ü
Los padres, como primeros responsables de la
educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que
corresponda a sus propias convicciones.
ü
Los padres deben acoger y respetar con alegría y
acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga
en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio
sacerdotal.
ü
Los hijos contribuyen al crecimiento de sus
padres en la santidad
ü
Los poderes públicos tienen el deber de garantizar
el derecho de los padres a elegir una escuela que corresponda a sus propias
convicciones.
ü
Los padres deben de ayudar a los hijos con
consejos juiciosos, particularmente cuando éstos se proponen fundar un hogar.
ü
Los padres deben respetar la vocación de sus
hijos y favorecer la respuesta de sus hijos para seguirla.
ü
Las naciones más prósperas tienen el deber de
acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los
medios de vida que no puede encontrar en su país de origen.
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El inmigrante está obligado a respetar con
gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer
sus leyes y contribuir a sus cargas.
ü
Pertenece a la misión de la Iglesia “emitir un
juicio moral incluso sobre cosas que afectan al orden político cuando lo exijan
los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, aplicando
todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos
según la diversidad de tiempos y condiciones”.
ü
La diferencia y la complementariedad físicas,
morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al
desarrollo de la vida familiar.
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El hombre y a la mujer tienen la misma dignidad
como personas.
ü
Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad
igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de
Dios.
ü
La sexualidad abraza todos los aspectos de la
persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma.
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La sexualidad concierne particularmente a la
afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a
la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
ü
Corresponde a cada uno, hombre y mujer,
reconocer y aceptar su identidad sexual.
ü
El placer sexual es moralmente desordenado
cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de
unión.
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El uso deliberado de la facultad sexual fuera de
las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el
motivo que lo determine.
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La responsabilidad moral de los sujetos depende
de la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de
angustia u otros factores psíquicos o sociales.
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La armonía de la pareja humana y de la sociedad
depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la
complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.
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La castidad significa la integración lograda de
la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su
ser corporal y espiritual.
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La virtud de la castidad, por tanto, entraña la
integridad de la persona y la totalidad del don.
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La persona casta mantiene la integridad de las
fuerzas de vida y de amor depositadas en ella.
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La castidad implica un aprendizaje del dominio
de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o
el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y
se hace desgraciado.
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La virtud de la castidad forma parte de la
virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las
pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.
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El dominio de sí es una obra que dura toda la
vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para siempre.
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La castidad es una virtud moral. Es también un
don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual.
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El dominio de sí está ordenado al don de sí
mismo.
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Todo bautizado es llamado a la castidad; a una
vida casta según su estado de vida particular.
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Los novios están llamados a vivir la castidad en
la continencia para descubrir el mutuo respeto, el aprendizaje de la fidelidad
y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Deben ayudarse
mutuamente a crecer en la castidad.
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ResponderEliminarMuy agradecida al profesor Mark, por las clases impartidas; al menos no queda solo en mí lo pongo en práctica en mi comunidad, donde tienen casi todos los Sacramentos pero ignoran como se vive por ejemplo dentro de un matrimonio cristiano, tanto en su núcleo familiar y fuera de ella. Les es inaceptable ciertas cosas como que el amor a Dios primero después el amor entre esposo(a) y luego al hijo; dan la vida por el hijo pero y que a la pareja lo parta un rayo. Es el ejemplo de vida que dan, y en muchas cosas me incluyo, y estas enseñanzas es una luz en mi camino. Siga siempre así profesor, no solo nos muestra la teoría sino como lo práctica con su familia y eso vale mucho al menos para mi.
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