domingo, 25 de noviembre de 2018

Familiaris Consortio (Juan Pablo II) - Resumen parte 3

Familiaris Consortio (Juan Pablo II) 
TERCERA PARTE: MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA (17-64). 10

- ¡Familia, sé lo que eres! (17). 10

I – Formación de una comunidad de personas. 10
- El amor, principio y fuerza de la comunión (18). 10
- Unidad indivisible de la comunión conyugal (19). 10
- Una comunión indisoluble (20). 11
- La más amplia comunión de la familia (21). 11
- Derechos y obligaciones de la mujer (22). 12
- Mujer y sociedad (23). 12
- Ofensas a la dignidad de la mujer (24). 12
- El hombre esposo y padre (25). 12
- Derechos del niño (26). 13
- Los ancianos en familia (27). 13

II - Servicio a la vida. 13
La transmisión de la vida
- Cooperadores del amor de Dios Creador (28). 13
- La doctrina y la norma siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia (29)  14
- La Iglesia en favor de la vida (30). 14
- Para que el plan divino sea realizado cada vez más plenamente (31)  15
- En la visión integral del hombre y de su vocación (32). 15
- La Iglesia Maestra y Madre para los esposos en dificultad (33)  16
- Itinerario moral de los esposos (34). 17
- Suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas (35). 18
La educación
- El derecho-deber educativo de los padres (36). 18
- Educar en los valores esenciales de la vida humana (37). 18
- Misión educativa y sacramento del matrimonio (38). 19
- La primera experiencia de Iglesia (39). 19
- Relaciones con otras fuerzas educativas. 19
- Un servicio múltiple a la vida (41). 20

III – Participación en el desarrollo de la sociedad. 20
- La familia, célula primera y vital de la sociedad (42). 20
- La vida familiar como experiencia de comunión y participación (43). 20
- Función social y política (44). 21
- La sociedad al servicio de la familia (45). 21
- Carta de los derechos de la familia (46). 21
- Gracia y responsabilidad de la familia cristiana (47). 22
- Hacia un nuevo orden internacional (48). 22

IV - Participación en la vida y misión de la Iglesia. 22
- La familia en el misterio de la Iglesia (49). 22
- Un cometido eclesial propio y original (50). 23
- La Familia cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora (51-54). 23
- La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
- La Familia cristiana (reyes), comunidad al servicio del hombre (63-64)
  28


TERCERA PARTE: MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA (17-64)


¡Familia, sé lo que eres! (17)

En el designio de dios creador y redentor la familia descubre su «identidad» (lo que «es»), y su «misión», (lo que puede y debe «hacer»).

Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, la vocación, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad.

La familia tiene la misión de ser COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR: custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.

1) Formación de una comunidad de personas
2) Servicio a la vida
3) Participación en el desarrollo de la sociedad
4) Participación en la vida y misión de la Iglesia


I – Formación de una comunidad de personas


El amor, principio y fuerza de la comunión (18)

La familia, fundada y vivificada por el amor, es una COMUNIDAD de personas. Su primer cometido es el de VIVIR FIELMENTE LA REALIDAD DE LA COMUNIÓN con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas.

La fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el AMOR: sin el amor la familia no es una comunidad de personas ni puede vivir, crecer y perfeccionarse como tal.

El amor entre los miembros de la familia conduce a una comunión cada vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar.


Unidad indivisible de la comunión conyugal (19)

La comunión primera: entre los cónyuges «no son ya dos, sino una sola carne» llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total.

La comunión conyugal radica en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son.

Pero, en Cristo, este amor es purificado, perfeccionándolo y elevando, conduciéndolo con el Sacramento del matrimonio: el Espíritu Santo ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la iglesia el indivisible cuerpo místico del Señor Jesús.
El Espíritu Santo es quien conduce a los esposos a una unión cada vez más rica entre ellos, a todos los niveles (cuerpo, carácter, corazón, inteligencia y voluntad, alma).


Una comunión indisoluble (20)

La comunión conyugal se caracteriza por la UNIDAD y por la INDISOLUBILIDAD.

Esta unión íntima (donación mutua) y el bien de los hijos, exigen la PLENA FIDELIDAD DE LOS CÓNYUGES y reclaman su INDISOLUBLE UNIDAD.

Ante una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que se mofa de la  fidelidad, recordamos que la indisolubilidad y la fidelidad
ü  tienen en Cristo su fundamento y su fuerza,
ü  están enraizadas en la donación personal y total de los cónyuges
ü  son exigidas por el bien de los hijos,
ü  son signo y exigencia del amor absolutamente fiel que Dios tiene al hombre y que el Señor Jesús vive hacia su Iglesia
ü  son al mismo tiempo vocación y mandamiento («lo que dios ha unido, no lo separe el hombre»)

Dar testimonio del inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial es uno de los deberes más preciosos y urgentes de las parejas cristianas de nuestro tiempo.


La más amplia comunión de la familia (21)

El Espíritu Santo es la raíz viva y el alimento inagotable de la comunión sobrenatural.

La comunión entre los esposos constituye el fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión de la familia cristiana (que puede y debe decirse «IGLESIA DOMÉSTICA»).

Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de CONSTRUIR LA COMUNIÓN.

Momentos fundamentales para construir tal comunión
-       INTERCAMBIO EDUCATIVO entre padres e hijos, en que cada uno da y recibe.
-       Mediante el AMOR, EL RESPETO y LA OBEDIENCIA de los hijos A LOS PADRES.
-       Ejercicio de la AUTORIDAD IRRENUNCIABLE como un «MINISTERIO», (SERVICIO ORDENADO AL BIEN HUMANO Y CRISTIANO DE LOS HIJOS), para que adquieran una libertad verdaderamente responsable.

La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio, comprensión, tolerancia, perdón, y la reconciliación (comunión reconstruida, de la unidad nuevamente encontrada).

En particular la participación en el sacramento de la reconciliación y la Eucaristía ofrecen a la familia cristiana la gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar hacia la plena verdad de la comunión querida por Dios  «que todos sean uno».


Derechos y obligaciones de la mujer (22)

Las relaciones conyugales y familiares deben promocionar la dignidad y vocación de cada uno de los miembros de la familia.

La mujer posee IGUAL DIGNIDAD Y RESPONSABILIDAD RESPECTO AL HOMBRE; con una forma singular de realización en la donación de uno mismo al otro y de ambos a los hijos, donación propia del matrimonio y de la familia.


Mujer y sociedad (23)

Por una parte, la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer justifican plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas.

Por otra parte, la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones, que el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por todos y estimado por su valor insustituible.

La sociedad debe estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia.

Se debe superar la mentalidad según la cual el honor de la mujer deriva más del trabajo exterior que de la actividad familiar. Esto exige que la sociedad cree y desarrolle las condiciones adecuadas para el trabajo doméstico.


Ofensas a la dignidad de la mujer (24)

Existe la MENTALIDAD QUE CONSIDERA AL SER HUMANO como cosa, como objeto de placer egoísta y NO COMO PERSONA. LA PRIMERA VÍCTIMA DE TAL MENTALIDAD ES LA MUJER.


El hombre esposo y padre (25)

Dentro de la comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y padre.

El esposo ve en la esposa la realización del designio de Dios para él («ayuda adecuada») («hueso de mis huesos y carne de mi carne»).

El auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer.

El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la realización de su paternidad.

Es importante recuperar socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible.

La ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y morales, y dificultades familiares.

Por otra parte, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que humillan a la mujer (machismo), inhibe también el desarrollo de sanas relaciones familiares.

El hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia.
-       mediante una generosa responsabilidad por los hijos, junto a su esposa
-       con un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa
-       con un trabajo que promueva cohesión y estabilidad familiar y no disgregación familiar
-       con un testimonio de vida cristiana adulta para pasar la fe a los hijos

Derechos del niño (26)

Atención especialísima al niño, desarrollando una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un generoso servicio a sus derechos, procurando y teniendo un cuidado tierno y profundo para cada niño.

La solicitud por cada hijo, incluso antes de su nacimiento, desde el primer momento de su concepción y, a continuación, en los años de la infancia y de la juventud (con acogida, amor, estima, servicio múltiple y unitario: material, afectivo, educativo, espiritual).

Así los niños, crecen «en sabiduría, en estatura y en gracia ante dios y ante los hombres», y ayudan a la edificación de la comunidad familiar y a la santificación de los padres.

Los ancianos en familia (27)

El anciano, lejos de ser apartado de la familia o de ser soportado como un peso inútil,
-       el anciano permanece inserido en la vida familiar, sigue tomando parte activa y responsable (respetando la autonomía de la nueva familia
-       el anciano desarrolla la preciosa misión de testigo del pasado e inspirador de sabiduría para los jóvenes y para el futuro.

La marginación de los ancianos, supone un empobrecimiento espiritual para tantas familias.

II - Servicio a la vida

III.II.1 - La transmisión de la vida - Cooperadores del amor de Dios Creador (28)

Dios llama a los esposos a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de creador y padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana: «y bendíjolos dios y les dijo: "sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla"»[80].

Así el cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida.

La fecundidad del amor conyugal no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos; se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la iglesia y al mundo.

III.II.1 - La transmisión de la vida - La doctrina y la norma siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia (29)

La Iglesia es consciente de que ha recibido la misión especial de custodiar y proteger la altísima dignidad del matrimonio y la gravísima responsabilidad de la transmisión de la vida humana (precisamente porque el amor de los esposos es una participación singular en el misterio de la vida y del amor de Dios mismo).

Por eso, transmite el anuncio profético, que reafirma y propone de nuevo con claridad la doctrina y la norma siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la transmisión de la vida humana. Concretamente, se afirma que: «EL AMOR CONYUGAL DEBE SER PLENAMENTE HUMANO, EXCLUSIVO Y ABIERTO A UNA NUEVA VIDA ».

III.II.1 - La transmisión de la vida - La Iglesia en favor de la vida (30)

Ha nacido una sociedad con mentalidad contra la vida, fruto de no tener a Dios en el corazón del hombre (sólo este amor puede vencer los posibles miedos del mundo).

Por eso, aunque por una parte es evidente el progreso científico-técnico, por otra se percibe:
-       una angustia cada vez más profunda ante el futuro
-       algunos se preguntan si es un bien vivir o si sería mejor no haber nacido;
-       dudan de si es lícito tener hijos que el día de mañana maldigan su existencia en un mundo cruel.
-       otros piensan que son los únicos destinatarios de las ventajas de la técnica y excluyen a los demás, a los cuales imponen medios anticonceptivos o métodos aún peores.
-       otros, rechazan tener hijos, por la mentalidad consumista

La Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don, por eso la defiende de cuantos acechan y rebajan la vida.

Por eso, Iglesia condena y rechaza el anticoncepcionismo, a esterilización y del aborto procurado; así como la injusticia de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado.

III.II.1 - La transmisión de la vida - Para que el plan divino sea realizado cada vez más plenamente (31)

Ante los múltiples y complejos problemas que hoy afectan a los esposos en su cometido de transmitir responsablemente la vida, La Iglesia recuerda la importancia de la doctrina auténtica acerca de la regulación de la natalidad, propuesta de nuevo en el Concilio Vaticano II y en la encíclica Humanae vitae.

Las dudas o los errores en el ámbito matrimonial o familiar llevan a una ofuscación grave de la verdad integral sobre el hombre, en una situación cultural que muy a menudo es confusa y contradictoria.

III.II.1 -  La transmisión de la vida - En la visión integral del hombre y de su vocación (32)

En el contexto en que vivimos se deforma gravemente e incluso se pierde el verdadero significado de la sexualidad humana, ya que se desarraiga de su referencia a la persona. Ante eso, la Iglesia tiene el deber de presentar la sexualidad como valor y función de toda la persona creada: varón y mujer, a imagen de Dios.

Ante el amor conyugal y la transmisión responsable de la vida, el que la conducta sea o no moral no depende solamente de la intención (aunque sea sincera) ni de la apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos: criterios que mantienen íntegro el sentido de la total y mutua entrega y de la procreación (amor verdadero); para esto es importantísimo cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal.

La doctrina de la Iglesia «está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador».

Hay que excluir, como intrínsecamente deshonesta, «toda acción que, o en previsión, o en su realización, o en el desarrollo del acto conyugal, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación».

Cuando los esposos, mediante la anticoncepción, separan estos dos significados que Dios ha inscrito en el ser del hombre y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como «árbitros» del designio divino y «manipulan» y envilecen la sexualidad humana, y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación «total».

La mentalidad anticonceptiva impone un lenguaje objetivamente contradictorio: el de no darse al otro totalmente; se produce el rechazo a la apertura a la vida, y una falsificación de la verdad interior del amor conyugal (llamado a entregarse en plenitud personal).

En cambio, cuando los esposos, mediante el recurso a períodos de infecundidad, respetan la conexión inseparable de los significados unitivo y procreador de la sexualidad humana, se comportan como «ministros» del designio de Dios y «se sirven» de la sexualidad según el dinamismo original de la donación «total», sin manipulaciones ni alteraciones.

Como vemos, no tiene nada que ver el “anticoncepcionismo” y el “recurso a los ritmos temporales”, existen diferencias antropológicas y morales; se trata de dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana, irreconciliables entre sí.

La elección de los ritmos naturales comporta
-       La aceptación del tiempo de la mujer,
-       la aceptación también del diálogo,
-       aceptar el tiempo y el diálogo significa reconocer el carácter espiritual y a la vez corporal de la comunión conyugal,
-       el respeto recíproco,
-       la responsabilidad común,
-       el dominio de sí mismo.
-       vivir el amor personal en su exigencia de fidelidad.
En este contexto la pareja experimenta que la comunión conyugal es enriquecida por aquellos valores de ternura y afectividad, que constituyen el alma profunda de la sexualidad humana, incluso en su dimensión física.
De este modo la sexualidad es respetada y promovida en su dimensión verdadera y plenamente humana, no «usada» en cambio como un «objeto» que, rompiendo la unidad personal de alma y cuerpo, contradice la misma creación de Dios en la trama más profunda entre naturaleza y persona.

III.II.1 - La transmisión de la vida - La Iglesia Maestra y Madre para los esposos en dificultad (33)

La Iglesia como madre y maestra propone las normas morales sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección.

La Iglesia, conocedora de las muchas dificultades que puedan encontrarse en el matrimonio (tanto de realización como de comprensión), no cesa nunca de invitar y animar, a fin de que las dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer jamás la verdad.

Para eso, la Iglesia está llamada a sostener y animar a los matrimonios para que puedan comprender y vivir según la verdad revelada.

Los esposos cristianos, confortados por la Iglesia, serán conscientes de la gracia del sacramento del matrimonio, gracia que actúa sobre todas las realidades de la vida conyugal, incluida la sexualidad: el don del Espíritu, acogido y correspondido por los esposos, les ayuda a vivir la sexualidad humana según el plan de Dios y como signo del amor unitivo y fecundo de cristo por su iglesia.

Dos puntos importantes:
-     La importancia del CONOCIMIENTO DE LA CORPOREIDAD Y DE SUS RITMOS DE FERTILIDAD.
-       La EDUCACIÓN AL AUTOCONTROL: virtud de la CASTIDAD y de la educación permanente en ella. La castidad no significa en absoluto el rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana, significa más bien saber defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y llevarlo a la plena realización. Se trata del arte de dominar del instinto, mediante la razón y la voluntad para que las relaciones afectivas entre los esposos estén en conformidad con el orden recto y cuando sea necesario practicar la continencia. Esta disciplina confiere a los esposos un valor humano más sublime, aunque  exija un esfuerzo continuo. Los cónyuges desarrollan integralmente su personalidad, enriqueciéndose de valores espirituales, frutos de serenidad y de paz, facilitando la solución de otros problemas, favoreciendo la atención hacia el otro cónyuge, ayudando a superar el egoísmo (enemigo del verdadero amor), y enraizando más su sentido de responsabilidad. Los padres adquieren así mayor discernimiento a la hora de educar a los hijos.

III.II.1 - La transmisión de la vida - Itinerario moral de los esposos (34)

Es importantísimo conocer la verdad que Dios ha querido revelar (tener una recta conciencia del orden moral). La moral revelada y enseñada  por la Iglesia responde a las exigencias más profundas del corazón del hombre.

Los esposos, están llamados a la santidad en el matrimonio. Esta vocación se realiza en la medida en que van respondiendo a los mandamientos de Dios, apoyados siempre en la gracia divina y en la propia voluntad.

El hombre está llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios;  desde su libertad, va conociendo, amando y realizando el bien según va creciendo en la Fe. Es por esto que los esposos, están llamados a un continuo camino, un camino gradual y pedagógico que abarca toda la vida, para ir conociendo cada vez más y mejor la Fe y a desear que las enseñanzas de Dios se encarnen en sus vidas.

Este camino exige reflexión, información, educación idónea de los que se van a encargar de ayudar a los esposos en su itinerario humano y espiritual, que comporta la conciencia del pecado, el compromiso sincero a observar la ley de Dios y el ministerio de la reconciliación.

Este camino hará que los esposos, estimando la doctrina de la Iglesia, con la confianza puesta en Jesucristo, ayudados y acompañados por los presbíteros y catequistas y por la comunidad, puedan descubrir y experimentar el Amor auténtico, que libera y que el Señor les propone en el Evangelio.
En cuanto a la sexualidad en el matrimonio, es importante que la Iglesia enseñe a los esposos la doctrina de la Humanae vitae como norma para que puedan poner las condiciones necesarias para observarla.

III.II.1 - La transmisión de la vida - Suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas (35)

En cuanto a los métodos naturales de regulación de la fertilidad vistos anteriormente, los expertos, médicos, consejeros matrimoniales, educadores… en este campo, pueden ayudar a los esposos a vivir su amor respetando la estructura y finalidades del acto conyugal.

Sería estupendo, además, que los esposos cristianos pudieran dar testimonio de la santidad y la suavidad de la ley revelada, que en lugar de castrar y condenar, une en el amor mutuo a los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida.

III.II.2 - La educación - El derecho-deber educativo de los padres (36)

La TAREA EDUCATIVA es parte de la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de dios: se trata de la gravísima obligación que tienen los padres de ayudar de manera eficaz a los hijos a vivir una vida plenamente humana.

Es por eso que los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos.

Este deber es esencial, insustituible, inalienable y no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros. Cuando este deber falta, difícilmente puede suplirse.

Es, pues, deber de los padres crear un AMBIENTE DE FAMILIA (primera escuela de las virtudes sociales)
-       animado por el amor,
-       por la piedad hacia Dios y hacia los hombres,
-       que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos.

La base de la educación en la familia debe de ser el amor paterno y materno (dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés y espíritu de sacrificio), que lleva a la perfección el “servicio a la vida” por parte de los padres.

III.II.2 - La educación - Educar en los valores esenciales de la vida humana (37)

La familia es la primera y fundamental ESCUELA DE SOCIALIDAD. Los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana:

-       ESTILO DE VIDA SENCILLO Y AUSTERO (enseñarles  a no ser esclavos de los bienes materiales).
-       Sentido de la VERDADERA JUSTICIA (que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno),
-       Sentido del VERDADERO AMOR (solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados).
-       El DON DE SÍ, por supuesto entre los esposos, pero también en todas las  relaciones familiares.
-       La COMUNIÓN Y LA PARTICIPACIÓN en las alegrías y dificultades de cada día.
-       Una EDUCACIÓN SEXUAL clara, delicada, verdadera y plenamente personal, cuya base es la educación para el amor (el don de sí). EDUCACIÓN PARA LA CASTIDAD, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. EDUCACIÓN PARA LA VIRGINIDAD, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.

Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta.
La Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia.

III.II.2 - La educación - Misión educativa y sacramento del matrimonio (38)

El Sacramento del Matrimonio, consagra  a los esposos a la educación cristiana de los hijos.

Para ello los padres deben vivir el Sacramento, para ser enriquecidos por los dones del Espíritu Santo (sabiduría, consejo, fortaleza para ayudar a los hijos en su crecimiento humano y cristiano).

Se trata de  una MISIÓN recibida. RESPONSABILIDAD ante dios que los llama y los envía a edificar la iglesia en los hijos (IGLESIA DOMÉSTICA)

III.II.2 - La educación - La primera experiencia de Iglesia (39)

Los padres cristianos tienen la misión de educar a los hijos en la Fe. Proponer a los hijos todos los contenidos necesarios para la maduración gradual de su personalidad desde un punto de vista cristiano y eclesial.

El señor confía a los padres el crecimiento de hijos de Dios y templos del Espíritu Santo.

La educación cristiana no persigue solamente la madurez propia de la persona humana, sino que busca, sobre todo, que los hijos vayan creciendo en la Fe, e iniciados gradualmente aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad vayan formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad.

La Iglesia Doméstica esta llamada a hacer un verdadero ministerio,  transmitiendo e irradiando el Evangelio, hasta el punto que la misma familia se convierte en Itinerario de Fe o Iniciación cristiana.
Los padres, con su testimonio son los primeros evangelizadores de los hijos. Rezando con los hijos, proclamando la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad con Cristo mediante la iniciación cristiana, los esposos llegan a ser plenamente padres (ya que serán engendradores no sólo de la vida corporal, sino también de vida Eterna).

III.II.2 - La educación - Relaciones con otras fuerzas educativas


Se debe asegurar el derecho de los padres a la elección de una educación conforme con su fe religiosa.

En cuanto las instituciones educativas, la renovación de la escuela católica debe prestar una atención especial tanto a los padres de los alumnos como a la formación de una perfecta comunidad educadora.

El Estado y la Iglesia tienen la obligación de dar a las familias todas las ayudas posibles, a fin de que las familias puedan ejercer adecuadamente sus funciones educativas (recordemos que la familia es la primera comunidad educadora y que los padres son los primeros y principales educadores de los hijos).

Los padres tienen el grave deber de comprometerse a fondo en una relación cordial y efectiva con los profesores y directores de las escuelas.

Los padres deben de estar atentos a las posibles enseñanzas de ideologías contrarias a la fe cristiana.

III.II.2 - La educación - Un servicio múltiple a la vida (41)

El amor conyugal fecundo se expresa en el servicio a la vida.

Si bien es cierto que la generación y educación de los hijos son el servicio a la vida más inmediato, propio e insustituible del matrimonio, también es verdad que cada acto de verdadero amor al hombre testimonia y perfecciona la fecundidad espiritual de la familia (donación de sí mismo a los demás).

Con las familias cristianas y por medio de ellas, el Señor Jesús sigue mostrando su amor y compasión al hombre. La fecundidad de las familias cristianas, fruto del Espíritu Santo, debe llevar a abrir el corazón de manera creativa para descubrir las nuevas necesidades y sufrimientos de nuestra sociedad, y que infunde ánimo para asumirlas y darles respuesta (ej: evangelización, adopción, acogida, ayudar a otros hijos…).

III – Participación en el desarrollo de la sociedad

La familia, célula primera y vital de la sociedad (42)

La familia es la célula primera y vital de la sociedad.

De la familia nacen los futuros ciudadanos, y éstos encuentran en la familia la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.

La vida familiar como experiencia de comunión y participación (43)

La primera y fundamental aportación de la familia a la sociedad es la experiencia de la comunión y de la participación que se da en la vida diaria de la familia.

Las relaciones en la familia están inspiradas y guiadas por la ley de la «gratuidad» (disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda, acogida cordial, encuentro y diálogo);  donde la dignidad personal es el único valor.

Es por esto que la familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad, que custodia y transmite las virtudes y los «valores».

En una sociedad cada vez más despersonalizada, masificada, inhumana y  deshumanizadora, que necesita «evadirse» (sexo, alcoholismo, la droga, terrorismo…), la familia, puede sacar al hombre del anonimato, dignificarlo, enriquecerlo con profunda humanidad...

Función social y política (44)

La familia cristiana está llamada a escuchar el consejo del apóstol: «sed solícitos en la hospitalidad», abrir la puerta de la propia casa, y más aún la del propio corazón, a las necesidades del hermano.

En el campo de la intervención política, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia.

La sociedad al servicio de la familia (45)

Es necesario que la sociedad cumpla su deber fundamental de respetar y promover a la familia; que el estado reconozca que la familia es una «sociedad que goza de un derecho propio y primordial».

Precisamente por esto, el estado no puede ni debe quitar a las familias aquellas funciones que ellas pueden realizar (por sí solas o asociadas libremente), sino favorecer y estimular lo más posible las iniciativas responsables de las familias.

El estado debe hacer todo cuanto pueda para asegurar ayudas a las familias (económicas, sociales, educativas, políticas, culturales) para que puedan afrontar dignamente sus responsabilidades.

Carta de los derechos de la familia (46)

La situación de muchas familias, en diversos países es muy problemática.

De este modo la familia, que, según los planes de Dios, es célula básica de la sociedad, sujeto de derechos y deberes antes que el Estado y cualquier otra comunidad, es víctima de la sociedad (de sus retrasos, lentitudes e injusticias).

Por esto la iglesia defiende abierta y vigorosamente los derechos de la familia contra las usurpaciones intolerables de la sociedad y del estado.

Recordamos algunos derechos de la familia:
  • Derecho a existir y progresar como familia: derecho a fundar una familia y a poderla mantener.
  • Derecho a tener hijos que consideren y a poderlos educarlos: derecho a “ejercer su responsabilidad en el campo de la transmisión de la vida”.
  • Derecho a la intimidad de la vida conyugal y familiar.
  • Derecho a la estabilidad del vínculo y de la institución matrimonial.
  • Derecho a creer y profesar su propia fe, y a difundirla.
  • Derecho a educar a sus hijos de acuerdo con las propias tradiciones y valores religiosos y culturales.
  • Derecho a obtener seguridad física, social, política y económica.
  • Derecho a una vivienda adecuada para una vida familiar digna;
  • Derecho de expresión y de representación ante las autoridades públicas.
  • Derecho a crear asociaciones con otras familias e instituciones.
  • Derecho a proteger a los menores, mediante instituciones y leyes apropiadas, contra los medicamentos perjudiciales, la pornografía, el alcoholismo, etc.
  • Derecho a un justo tiempo libre que favorezca los valores de la familia.
  • Derecho a que los ancianos tengan una vida y a una muerte dignas.
  • Derecho a emigrar como familia, para buscar mejores condiciones de vida.

Gracia y responsabilidad de la familia cristiana (47)

El Sacramento del Matrimonio capacita y compromete a los esposos y a los padres cristianos a vivir su vocación de laicos, y por consiguiente a buscar el Reino de Dios, dando testimonio de una entrega generosa y desinteresada a los problemas sociales, mediante la «opción preferencial» por los pobres y los marginados.


Hacia un nuevo orden internacional (48)

La familia cristiana puede cooperar en la solidaridad mundial para afrontar y resolver los problemas de justicia en el mundo, de libertad de los pueblos y de la paz de la humanidad.

La familia cristiana, como «pequeña iglesia», está llamada, a semejanza de la «gran iglesia», a ser signo de unidad para el mundo y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y de la Paz de Cristo, hacia el cual el mundo entero está en camino.

Las familias cristianas podrán realizar esto por medio de su acción educadora (ofreciendo a los hijos un modelo de vida fundado sobre los valores de la verdad, libertad, justicia y amor) o comprometiéndose activa y responsablemente por ejemplo mediante asociaciones.

IV - Participación en la vida y misión de la Iglesia

La familia en el misterio de la Iglesia

La familia cristiana, «iglesia en miniatura»,  participa, a su manera, en la misión de salvación que es propia de la Iglesia: los cónyuges y padres cristianos, en virtud del sacramento, «poseen su propio don, dentro del pueblo de dios, en su estado y forma de vida». Por eso no sólo «reciben» el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad «salvada», sino que están también llamados a «transmitir» a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad «salvadora». La familia cristiana está llamada a ser símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la iglesia.

Para ello la Iglesia ENGENDRA, EDUCA, EDIFICA la familia cristiana. Con el ANUNCIO DE LA PALABRA DE DIOS, la CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS, y la proclamación renovada del mandamiento nuevo de la CARIDAD.

Un cometido eclesial propio y original (50)

Como ya se ha dicho, la familia cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original: poniendo al servicio de la iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto “comunidad íntima de vida y de amor” (con sus valores y exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y fecundidad…).

La FAMILIA CRISTIANA ES COMUNIDAD, por eso su participación en la misión de la iglesia debe realizarse según una modalidad comunitaria: Los cónyuges en cuanto pareja, y los padres e hijos en cuanto familia, están llamados, a ser en la fe «UN CORAZÓN Y UN ALMA SOLA», llamada a hacer partícipes a los demás de sus riquezas espirituales, manifestando a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la belleza de la Iglesia.

El cristiano, por el bautismo, está llamado a ser “sacerdote, profeta y rey”; el contenido de la misión de la Familia Cristiana podemos presentarlo como:

- Familia cristiana (profetas): comunidad creyente y evangelizadora.
- Familia cristiana (sacerdotes): comunidad en diálogo con Dios.
- Familia cristiana (reyes): comunidad al servicio del hombre.

III.IV.1 - La Familia cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora (51-54)

La familia cristiana vive su cometido profético ACOGIENDO LA PALABRA DE DIOS Y ANUNCIANDO LA PALABRA DE DIOS. Se hace así, cada día más, una comunidad creyente y evangelizadora.

Pero eso es imposible si los esposos y padres cristianos no tienen fe. SOLAMENTE MEDIANTE LA FE PODRÁN VIVIR Y DISFRUTAR DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA CRISTIANA.

La preparación al matrimonio cristiano es importantísima y una ocasión privilegiada para que los novios vuelvan a descubrir y profundicen la Fe recibida en el bautismo. Esa preparación al matrimonio cristiano (itinerario de fe) es de vital importancia para que los futuros esposos reconozcan y acojan libremente la llamada a ser cristianos y a vivir el matrimonio cristiano.

Por eso, después de haber sido educados en la fe mediante la preparación, para los esposos la celebración sacramental del matrimonio debe de ser una «profesión de fe» hecha dentro y con la Iglesia. Esta profesión de fe ha de ser continuada en la vida de los esposos y de la familia.

Dios que ha llamado a los esposos al matrimonio, continúa a llamarlos en el matrimonio.  Por eso, LA  FAMILIA CRISTIANA (PEQUEÑA IGLESIA DOMÉSTICA), como la gran iglesia, TIENE NECESIDAD DE SER EVANGELIZADA CONTINUA E INTENSAMENTE: se trata del deber de SER EDUCADOS PERMANENTE EN LA FE.

III.IV.1 - La Familia cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora  (51-54)
III.IV.1.1 - Ministerio de evangelización de la familia cristiana (52)

En la medida en que la familia cristiana acoge el evangelio y madura en la Fe, se hace comunidad evangelizadora: espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia, donde todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados.

La futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica. La misión apostólica de la familia cristiana es transmitir la Fe, para santificar y transformar la sociedad actual. Dar razón de la Fe siendo testigos de la Alianza Pascual de Cristo, irradiando la alegría del amor de Dios y la certeza de la Esperanza.

Por eso, es de absoluta necesidad la catequesis familiar.

III.IV.1 - La Familia cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora  (51-54)
III.IV.1.2 – Un servicio eclesial (53)

EL ministerio/servicio de evangelización de los padres cristianos es original e insustituible (con características típicas de la vida familiar como son el amor, la sencillez, la concreción y el testimonio cotidiano).

La familia cristiana debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada hijo cumpla en plenitud su llamada, de acuerdo con la vocación recibida de Dios (también a la vida consagrada, la familia cristiana se convierte en el primero y mejor seminario).

El ministerio/SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN y catequesis de los padres debe acompañar TODA LA VIDA DE LOS HIJOS.

En cuanto a los problemas que surgen en la adolescencia y juventud, cuando con frecuencia, los hijos contestan o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida, los padres están llamados a afrontar con valentía y gran serenidad de espíritu estas dificultades ya que la evangelización con conlleva el “sufrimiento de apóstol”.

III.IV.1 - La Familia cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora  (51-54)
III.IV.1.3 – Predicar el Evangelio a toda criatura (54)

Cristo ha dicho: «Id por el mundo y predicad el evangelio a toda criatura». También la fe y la misión evangelizadora de la familia cristiana poseen esta dimensión misionera católica.

El sacramento del matrimonio constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de cristo «hasta los últimos confines de la tierra», como VERDADEROS Y PROPIOS MISIONEROS».

-       EN EL INTERIOR DE LA FAMILIA (cuando alguno de los componentes de la misma no tiene fe o no la practica con coherencia).
-       A LAS FAMILIAS QUE NO CREEN todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida.
-       EN OTRO PAÍS (FAMILIAS EN MISIÓN). Así como Aquila y Priscila (pareja misionera, ya al principio del cristianismo), así también hoy la Iglesia envía cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a otras tierras a anunciar el Evangelio, sirviendo al hombre por amor de Jesucristo.
Las familias cristianas cultivan la vocación misionera en sus propios hijos e hijas preparando a sus hijos, desde la juventud «para conocer el amor de dios hacia todos los hombres».

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.1 – El santuario doméstico de la Iglesia (55)

El anuncio del Evangelio y su acogida mediante la fe encuentran su plenitud en la celebración de los sacramentos. La Iglesia, es también pueblo sacerdotal, está revestido de la dignidad y partícipe de la potestad de Cristo, sumo-sacerdote.

También la Familia Cristiana (Iglesia doméstica) es vivificada continuamente por el Señor y es llamada e invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimiento de la propia vida y la oración, para santificarse y santificar a la Iglesia y al mundo.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.2 – El matrimonio, sacramento de mutua santificación y acto de culto (56)

Jesucristo acompaña a los esposos a lo largo de toda su existencia; permanece con ellos para que, con su mutua entrega, se amen como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella.

Todos estamos llamados a la Santidad. Esta vocación para los esposos esta especificada por El Sacramento del Matrimonio, que es la fuente y el medio de perfección y santificación para los cónyuges y para la familia cristiana.

Los esposos cristianos, para poder vivir su vocación (la santidad, a través del matrimonio), son fortificados y como consagrados por el sacramento, a través del Espíritu Santo. Así, su amor es purificado, santificado, sanado, perfeccionado y elevado.

El matrimonio cristiano, -como todos los sacramentos- está ordenados a la santificación de los hombres y a dar culto a Dios. Del mismo sacramento brotan también la gracia y el compromiso moral de transformar toda su vida en un continuo sacrificio espiritual.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.3 – Matrimonio y Eucaristía (57)

El deber de santificación de la familia cristiana tiene su primera raíz en el Bautismo y su expresión máxima en la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano.

Es muy importante poner de relieve la especial relación existente entre la Eucaristía y el matrimonio cristiano para poder comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las responsabilidades del matrimonio cristiano y de la familia cristiana.

La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano: el Sacrificio Eucarístico representa la alianza (sellada con la sangre de la cruz) de amor de Cristo con la Iglesia.

En este sacrificio los cónyuges cristianos encuentran la raíz de la que brota su alianza conyugal. Esa raíz es el amor Total, el amor hasta dar la vida (La Caridad). Los cónyuges al encontrar este amor son configurados interiormente y vivificados desde dentro.

En el don eucarístico de la Caridad la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su «comunión» y de su «misión», ya que el pan eucarístico hace de los miembros de la comunidad familiar un único cuerpo; además, la participación en el cuerpo «entregado» y en la sangre «derramada» de cristo se hace fuente inagotable del dinamismo misionero y apostólico de la familia cristiana.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.4 – El sacramento de la conversión y reconciliación (58)

La familia no siempre es coherente y fiel. Por eso es esencial acoger la llamada evangélica a la CONVERSIÓN, que nos lleva al ARREPENTIMIENTO y PERDÓN MUTUO dentro de la familia cristiana, en el día a día y que hallan su momento sacramental específico en el SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.

La celebración de este sacramento es muy importante para la vida familiar: mientras mediante la Fe descubren cómo el pecado contradice la alianza con Dios, la alianza de los cónyuges y la comunión de la familia… mediante le sacramento de la penitencia, los esposos y todos los miembros de la familia son animados al encuentro con Dios «rico en misericordia», que derrama su amor más fuerte que el pecado, y que reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y la comunión familiar.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.5 – La plegaria familiar (59)

«Os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»"(Mt 18, 19s)

El sacerdocio bautismal de los fieles, vivido en el matrimonio-sacramento, constituye para los cónyuges y para la familia el fundamento de una vocación y de una misión sacerdotal, mediante la cual su misma existencia cotidiana se transforma en «sacrificio espiritual aceptable a Dios por Jesucristo».

Se trata de tener vida de oración, diálogo suplicante dirigido al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo.

La plegaria familiar tiene características propias. Es una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos, que tiene como contenido original la misma vida de familia (con sus alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas…), señalando la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, con momentos de acción de gracias, así como de imploración y abandono confiado a Dios, Padre de todos.

El que la Familia cristiana pueda vivir verdaderamente como “Iglesia doméstica” sólo es posible con la ayuda incesante de Dios, ayuda que será concedida sin falta a cuantos la pidan con humildad y confianza en la oración.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.6 – Maestros de oración (60)
Los padres cristianos tienen el deber de educar a sus hijos también en la oración, de llevarlos poco a poco al encuentro personal con Dios.

Es muy importante que los hijos aprendan desde pequeños a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según la Fe recibida en el bautismo.

El testimonio vivo de los padres es el elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar.

Algunos ejemplos:
-       Enseñar a los hijos las oraciones del cristiano.
-       Preparar a los hijos para la confesión, la comunión y la confirmación.
-       Acostumbrar a los hijos enfermos a pensar en Cristo que sufre.
-       Acostumbrar a los hijos a invocar la ayuda de la virgen y de los santos.
-       Rezar el rosario en familia.
-       Rezar con los hijos.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.7 – Plegaria litúrgica y privada (61)

La plegaria de la “iglesia doméstica” introduce de manera natural a los hijos en la oración litúrgica de toda la Iglesia..

Es importante y necesario que poco a poco todos los miembros de la Familia Cristiana participen de la Eucaristía (sobre todo los domingos y días festivos), así como de los otros sacramentos. La Iglesia recomienda también a la familia cristiana la celebración comunitaria del Oficio Divino.

Algunos ejemplos concretos de oraciones privadas que la Iglesia recomienda para la Familia cristiana:
-       Oraciones de la mañana y de la noche.
-       Lectura y meditación de la Palabra de Dios.
-       Preparación a los sacramentos.
-       Celebrar en casa los tiempos y festividades del año litúrgico (adviento, cuaresma, pascua…).
-       La devoción y consagración al Corazón de Jesús.
-       Las varias formas veneración a la Virgen María.
-       La bendición de la mesa.
-       El rezo del rosario individualmente y en familia.
-       Las diversas expresiones de religiosidad popular.

III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.8 – Plegaria litúrgica y privada (62)

La oración es parte constitutiva y esencial de la vida cristiana.

Lejos de ser una evasión que desvía del compromiso cotidiano, la oración constituye el empuje más fuerte para que la familia cristiana asuma y ponga en práctica plenamente sus responsabilidades.

La familia, para ser Familia Cristiana necesita estar unida a Cristo. Cuanto más mejor. De la unión vital con cristo, alimentada por la liturgia, de la ofrenda de sí mismo y de la oración deriva también la fecundidad de la familia cristiana.

III.IV.3 - La Familia cristiana (reyes), comunidad al servicio del hombre (63-624)
III.IV.3.1 – El nuevo mandamiento del amor (63)

«La ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte» (Rm 8, 2). «El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5, 5).

El Espíritu Santo es quien rige la vida de los cristianos, la “ley del Espíritu”, la “ley del Amor de Dios”.

La familia cristiana es así animada y guiada por la ley nueva del Espíritu y es llamada a vivir su «servicio» de amor a Dios y a los hermanos.

"No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias... ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de Dios" (Rm 6, 12s)

Como Cristo ejerce su potestad real poniéndose al servicio de los hombres, así también el cristiano encuentra el auténtico sentido de su participación en la realeza de su Señor, al servicio del hombre.

III.IV.3 - La Familia cristiana (reyes), comunidad al servicio del hombre (63-64)
III.IV.3.2 – Descubrir en cada hermano la imagen de Dios (64)

De esta manera, la familia cristiana vive la acogida, el respeto y el servicio a cada hombre, viendo en el prójimo la imagen de Dios. Esto sobre todo en el interior (en la pareja y familia), pero también con todos los demás.

La familia cristiana está llamada a formar a los hombres al amor y practicar el amor en toda relación humana con los demás, no cerrándose en sí misma, sino abierta a la comunidad, consciente de la propia responsabilidad hacia toda la sociedad.

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