Familiaris Consortio (Juan Pablo II)
TERCERA
PARTE: MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA (17-64)
- ¡Familia,
sé lo que eres! (17)
I –
Formación de una comunidad de personas
- El
amor, principio y fuerza de la comunión (18)
- Unidad
indivisible de la comunión conyugal (19)
- Una
comunión indisoluble (20)
- La
más amplia comunión de la familia (21)
- Derechos
y obligaciones de la mujer (22)
- Mujer
y sociedad (23)
- Ofensas
a la dignidad de la mujer (24)
- El
hombre esposo y padre (25)
- Derechos
del niño (26)
- Los
ancianos en familia (27)
II -
Servicio a la vida
La transmisión de la vida
- Cooperadores del amor de Dios Creador (28)
- La doctrina y la norma siempre antigua y siempre
nueva de la Iglesia (29)
- La Iglesia en favor de la vida (30)
- Para que el plan divino sea realizado cada vez
más plenamente (31)
- En la
visión integral del hombre y de su vocación (32)
- La Iglesia Maestra y Madre para los esposos en
dificultad (33)
- Itinerario moral de los esposos (34)
- Suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas
(35)
La educación
- El derecho-deber educativo de los padres (36)
- Educar en los valores esenciales de la vida humana (37)
- Misión educativa y sacramento del matrimonio (38)
- La primera experiencia de Iglesia (39)
- Relaciones con otras fuerzas educativas
- Un servicio múltiple a la vida (41)
III
– Participación en el desarrollo de la sociedad
- La
familia, célula primera y vital de la sociedad (42)
- La
vida familiar como experiencia de comunión y participación (43)
- Función
social y política (44)
- La
sociedad al servicio de la familia (45)
- Carta
de los derechos de la familia (46)
- Gracia
y responsabilidad de la familia cristiana (47)
- Hacia
un nuevo orden internacional (48)
IV -
Participación en la vida y misión de la Iglesia
- La
familia en el misterio de la Iglesia (49)
- Un
cometido eclesial propio y original (50)
-
La Familia cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora (51-54)
-
La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
- La Familia cristiana (reyes), comunidad al servicio del hombre (63-64)
TERCERA PARTE: MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA
(17-64)
¡Familia, sé lo que eres! (17)
En el designio de dios creador y
redentor la familia descubre su «identidad» (lo que «es»), y su «misión», (lo
que puede y debe «hacer»).
Toda familia descubre y
encuentra en sí misma la llamada imborrable, la vocación, que define a la vez
su dignidad y su responsabilidad.
La familia tiene la misión de
ser COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR: custodiar,
revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del
amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su
esposa.
1) Formación de una comunidad de
personas
2) Servicio a la vida
3) Participación en el desarrollo de la sociedad
4) Participación en la vida y misión de la Iglesia
2) Servicio a la vida
3) Participación en el desarrollo de la sociedad
4) Participación en la vida y misión de la Iglesia
I – Formación de una comunidad de personas
El amor, principio y fuerza de la comunión (18)
La familia, fundada y vivificada
por el amor, es una COMUNIDAD de personas. Su primer cometido es el de VIVIR
FIELMENTE LA REALIDAD DE LA COMUNIÓN con el empeño constante de desarrollar una
auténtica comunidad de personas.
La fuerza permanente y la meta
última de tal cometido es el AMOR: sin el amor la familia no es una comunidad
de personas ni puede vivir, crecer y
perfeccionarse como tal.
El amor entre los miembros de la
familia conduce a una comunión cada
vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar.
Unidad indivisible de la comunión conyugal (19)
La comunión primera: entre los
cónyuges «no son ya dos, sino una sola carne» llamados
a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la
promesa matrimonial de la recíproca donación total.
La comunión conyugal radica en
el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta
mediante la voluntad personal de los esposos de compartir todo su proyecto de
vida, lo que tienen y lo que son.
Pero, en Cristo, este amor es
purificado, perfeccionándolo y elevando, conduciéndolo con el Sacramento del
matrimonio: el Espíritu Santo ofrece a los esposos cristianos el don de una
comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad
que hace de la iglesia el indivisible cuerpo místico del Señor Jesús.
El
Espíritu Santo es quien conduce a los esposos a una unión cada vez más rica
entre ellos, a todos los niveles (cuerpo, carácter, corazón, inteligencia y
voluntad, alma).
Una comunión indisoluble (20)
La comunión conyugal se
caracteriza por la UNIDAD y por la INDISOLUBILIDAD.
Esta unión íntima (donación
mutua) y el bien de los hijos, exigen la PLENA FIDELIDAD DE LOS CÓNYUGES y
reclaman su INDISOLUBLE UNIDAD.
Ante una cultura que rechaza la
indisolubilidad matrimonial y que se mofa de la fidelidad, recordamos que la indisolubilidad y
la fidelidad
ü
tienen en Cristo su fundamento y su fuerza,
ü
están enraizadas en la donación personal y total de los cónyuges
ü
son exigidas por el bien de los hijos,
ü
son signo y exigencia del amor absolutamente fiel que Dios tiene
al hombre y que el Señor Jesús vive hacia su Iglesia
ü
son al mismo tiempo vocación y mandamiento («lo que dios ha unido,
no lo separe el hombre»)
Dar testimonio del inestimable
valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial es uno de los deberes más
preciosos y urgentes de las parejas cristianas de nuestro tiempo.
La más amplia comunión de la familia (21)
El Espíritu Santo es la raíz
viva y el alimento inagotable de la comunión sobrenatural.
La comunión entre los esposos
constituye el fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión
de la familia cristiana (que puede y debe decirse «IGLESIA DOMÉSTICA»).
Todos los miembros de la
familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de
CONSTRUIR LA COMUNIÓN.
Momentos fundamentales para
construir tal comunión
-
INTERCAMBIO EDUCATIVO entre padres e hijos, en que cada uno da y
recibe.
-
Mediante el AMOR, EL RESPETO y LA OBEDIENCIA de los hijos A LOS
PADRES.
-
Ejercicio de la AUTORIDAD IRRENUNCIABLE como un «MINISTERIO», (SERVICIO
ORDENADO AL BIEN HUMANO Y CRISTIANO DE LOS HIJOS), para que adquieran una
libertad verdaderamente responsable.
La comunión familiar puede ser
conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio, comprensión,
tolerancia, perdón, y la reconciliación (comunión reconstruida, de la unidad
nuevamente encontrada).
En particular la participación en
el sacramento de la reconciliación y la Eucaristía ofrecen a la familia
cristiana la gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar
hacia la plena verdad de la comunión querida por Dios «que todos sean uno».
Derechos y obligaciones de la mujer (22)
Las relaciones conyugales y
familiares deben promocionar la dignidad y vocación de cada uno de los miembros
de la familia.
La mujer posee IGUAL DIGNIDAD Y
RESPONSABILIDAD RESPECTO AL HOMBRE; con una forma singular de realización en la
donación de uno mismo al otro y de ambos a los hijos, donación propia del
matrimonio y de la familia.
Mujer y sociedad (23)
Por una parte, la igual dignidad
y responsabilidad del hombre y de la mujer justifican plenamente el acceso de
la mujer a las funciones públicas.
Por otra parte, la verdadera
promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de
su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las
otras profesiones, que el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por todos
y estimado por su valor insustituible.
La sociedad debe estructurarse
de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que
sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen
totalmente a la propia familia.
Se debe superar la mentalidad
según la cual el honor de la mujer deriva más del trabajo exterior que de la
actividad familiar. Esto exige que la sociedad cree y desarrolle las
condiciones adecuadas para el trabajo doméstico.
Ofensas a la dignidad de la mujer (24)
Existe la MENTALIDAD QUE
CONSIDERA AL SER HUMANO como cosa, como objeto de placer egoísta y NO COMO
PERSONA. LA PRIMERA VÍCTIMA DE TAL MENTALIDAD ES LA MUJER.
El hombre esposo y padre (25)
Dentro de la comunidad conyugal
y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y
padre.
El esposo ve en la esposa la
realización del designio de Dios para él («ayuda adecuada»)
(«hueso de mis huesos y carne de mi carne»).
El auténtico amor conyugal
supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la
mujer.
El amor a la esposa madre y el
amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la
realización de su paternidad.
Es importante recuperar
socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la
familia son de una importancia única e insustituible.
La ausencia del padre provoca
desequilibrios psicológicos y morales, y dificultades familiares.
Por otra parte, la superioridad abusiva de las
prerrogativas masculinas que humillan a la mujer (machismo), inhibe también el
desarrollo de sanas relaciones familiares.
El hombre está llamado a garantizar
el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia.
-
mediante una generosa responsabilidad por los hijos, junto a su
esposa
-
con un compromiso educativo más solícito y compartido con la
propia esposa
-
con un trabajo que promueva cohesión y estabilidad familiar y no
disgregación familiar
-
con un testimonio de vida cristiana adulta para pasar la fe a los
hijos
Derechos del niño (26)
Atención especialísima al niño, desarrollando
una profunda estima por su dignidad personal, así como un gran respeto y un
generoso servicio a sus derechos, procurando y teniendo un cuidado tierno y
profundo para cada niño.
La solicitud por cada hijo,
incluso antes de su nacimiento, desde el primer momento de su concepción y, a
continuación, en los años de la infancia y de la juventud (con acogida, amor,
estima, servicio múltiple y unitario: material, afectivo, educativo,
espiritual).
Así los niños, crecen «en
sabiduría, en estatura y en gracia ante dios y ante los hombres», y ayudan a la
edificación de la comunidad familiar y a la santificación de los padres.
Los ancianos en familia (27)
El anciano, lejos de ser
apartado de la familia o de ser soportado como un peso inútil,
-
el anciano permanece inserido en la vida familiar, sigue tomando
parte activa y responsable (respetando la autonomía de la nueva familia
-
el anciano desarrolla la preciosa misión de testigo del pasado e
inspirador de sabiduría para los jóvenes y para el futuro.
La marginación de los ancianos, supone
un empobrecimiento espiritual para tantas familias.
II - Servicio a la vida
III.II.1 - La transmisión de la vida - Cooperadores
del amor de Dios Creador (28)
Dios llama a los esposos a una
especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de creador y
padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de
la vida humana: «y bendíjolos dios y les dijo: "sed fecundos y
multiplicaos y henchid la tierra y sometedla"»[80].
Así el cometido fundamental de
la familia es el servicio a la vida.
La fecundidad del amor conyugal
no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos; se amplía y se
enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el
padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la
iglesia y al mundo.
III.II.1 - La transmisión de la vida - La doctrina
y la norma siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia (29)
La Iglesia es consciente de que
ha recibido la misión especial de custodiar y proteger la altísima dignidad del
matrimonio y la gravísima responsabilidad de la transmisión de la vida humana
(precisamente porque el amor de los esposos es una participación singular en el
misterio de la vida y del amor de Dios mismo).
Por eso, transmite el anuncio
profético, que reafirma y propone de nuevo con claridad la doctrina y la norma
siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la
transmisión de la vida humana. Concretamente, se afirma que: «EL AMOR CONYUGAL
DEBE SER PLENAMENTE HUMANO, EXCLUSIVO Y ABIERTO A UNA NUEVA VIDA ».
III.II.1 - La transmisión de la vida - La Iglesia
en favor de la vida (30)
Ha nacido una sociedad con
mentalidad contra la vida, fruto de no tener a Dios en el corazón del hombre (sólo
este amor puede vencer los posibles miedos del mundo).
Por eso, aunque por una parte es
evidente el progreso científico-técnico, por otra se percibe:
-
una angustia cada vez más profunda ante el futuro
-
algunos se preguntan si es un bien vivir o si sería mejor no haber
nacido;
-
dudan de si es lícito tener hijos que el día de mañana maldigan su
existencia en un mundo cruel.
-
otros piensan que son los únicos destinatarios de las ventajas de
la técnica y excluyen a los demás, a los cuales imponen medios anticonceptivos
o métodos aún peores.
-
otros, rechazan tener hijos, por la mentalidad consumista
La Iglesia cree firmemente que
la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don, por eso la defiende
de cuantos acechan y rebajan la vida.
Por eso, Iglesia condena y
rechaza el anticoncepcionismo, a esterilización y del aborto procurado; así
como la injusticia de que, en las relaciones internacionales, la ayuda
económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a
programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado.
III.II.1 - La transmisión de la vida - Para que el
plan divino sea realizado cada vez más plenamente (31)
Ante los múltiples y complejos
problemas que hoy afectan a los esposos en su cometido de transmitir
responsablemente la vida, La Iglesia recuerda la importancia de la doctrina
auténtica acerca de la regulación de la natalidad, propuesta de nuevo en el
Concilio Vaticano II y en la encíclica Humanae
vitae.
Las dudas o los errores en el
ámbito matrimonial o familiar llevan a una ofuscación grave de la verdad
integral sobre el hombre, en una situación cultural que muy a menudo es confusa
y contradictoria.
III.II.1 - La
transmisión de la vida - En la visión integral del hombre y de su vocación (32)
En el contexto en que vivimos se
deforma gravemente e incluso se pierde el verdadero significado de la
sexualidad humana, ya que se desarraiga de su referencia a la persona. Ante eso,
la Iglesia tiene el deber de presentar la sexualidad como valor y función de
toda la persona creada: varón y mujer, a imagen de Dios.
Ante el amor conyugal y la transmisión
responsable de la vida, el que la conducta sea o no moral no depende solamente de
la intención (aunque sea sincera) ni de la apreciación de los motivos, sino que
debe determinarse con criterios objetivos, tomados de la naturaleza de
la persona y de sus actos: criterios que mantienen íntegro el sentido de la
total y mutua entrega y de la procreación (amor verdadero); para esto es
importantísimo cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal.
La doctrina de la Iglesia «está
fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no
puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto
conyugal: el significado unitivo y el significado procreador».
Hay que excluir, como
intrínsecamente deshonesta, «toda acción que, o en previsión, o en su
realización, o en el desarrollo del acto conyugal, se proponga, como fin o como
medio, hacer imposible la procreación».
Cuando los esposos, mediante la
anticoncepción, separan estos dos significados que Dios ha inscrito en el ser
del hombre y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como
«árbitros» del designio divino y «manipulan» y envilecen la sexualidad humana,
y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación
«total».
La mentalidad anticonceptiva impone
un lenguaje objetivamente contradictorio: el de no darse al otro totalmente; se
produce el rechazo a la apertura a la vida, y una falsificación de la verdad
interior del amor conyugal (llamado a entregarse en plenitud personal).
En cambio, cuando los esposos,
mediante el recurso a períodos de infecundidad, respetan la conexión
inseparable de los significados unitivo y procreador de la sexualidad humana,
se comportan como «ministros» del designio de Dios y «se sirven» de la
sexualidad según el dinamismo original de la donación «total», sin
manipulaciones ni alteraciones.
Como vemos, no tiene nada que
ver el “anticoncepcionismo” y el “recurso a los ritmos temporales”, existen diferencias
antropológicas y morales; se trata de dos concepciones de la persona y de
la sexualidad humana, irreconciliables entre sí.
La elección de los ritmos
naturales comporta
-
La aceptación del tiempo de la mujer,
-
la aceptación también del diálogo,
-
aceptar el tiempo y el diálogo significa reconocer el carácter
espiritual y a la vez corporal de la comunión conyugal,
-
el respeto recíproco,
-
la responsabilidad común,
-
el dominio de sí mismo.
-
vivir el amor personal en su exigencia de fidelidad.
En este
contexto la pareja experimenta que la comunión conyugal es enriquecida por
aquellos valores de ternura y afectividad, que constituyen el alma profunda de
la sexualidad humana, incluso en su dimensión física.
De este
modo la sexualidad es respetada y promovida en su dimensión verdadera y
plenamente humana, no «usada» en cambio como un «objeto» que, rompiendo la
unidad personal de alma y cuerpo, contradice la misma creación de Dios en la
trama más profunda entre naturaleza y persona.
III.II.1 - La transmisión de la vida - La Iglesia
Maestra y Madre para los esposos en dificultad (33)
La Iglesia como madre y maestra
propone las normas morales sin esconder las exigencias de radicalidad y de
perfección.
La Iglesia, conocedora de las
muchas dificultades que puedan encontrarse en el matrimonio (tanto de
realización como de comprensión), no cesa nunca de invitar y animar, a fin de
que las dificultades conyugales se resuelvan sin falsificar ni comprometer
jamás la verdad.
Para eso, la Iglesia está
llamada a sostener y animar a los matrimonios para que puedan comprender y vivir
según la verdad revelada.
Los esposos cristianos,
confortados por la Iglesia, serán conscientes de la gracia del sacramento del
matrimonio, gracia que actúa sobre todas las realidades de la vida conyugal,
incluida la sexualidad: el don del Espíritu, acogido y correspondido por los
esposos, les ayuda a vivir la sexualidad humana según el plan de Dios y como
signo del amor unitivo y fecundo de cristo por su iglesia.
Dos puntos importantes:
- La importancia del CONOCIMIENTO DE LA CORPOREIDAD Y DE SUS RITMOS
DE FERTILIDAD.
-
La EDUCACIÓN AL AUTOCONTROL: virtud de la CASTIDAD y de la
educación permanente en ella. La castidad no significa en absoluto el rechazo
ni menosprecio de la sexualidad humana, significa más bien saber defender el
amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y llevarlo a la plena
realización. Se trata del arte de dominar del instinto, mediante la razón y la
voluntad para que las relaciones afectivas entre los esposos estén en
conformidad con el orden recto y cuando sea necesario practicar la continencia.
Esta disciplina confiere a los esposos un valor humano más sublime, aunque exija un esfuerzo continuo. Los cónyuges
desarrollan integralmente su personalidad, enriqueciéndose de valores
espirituales, frutos de serenidad y de paz, facilitando la solución de otros
problemas, favoreciendo la atención hacia el otro cónyuge, ayudando a superar
el egoísmo (enemigo del verdadero amor), y enraizando más su sentido de
responsabilidad. Los padres adquieren así mayor discernimiento a la hora de
educar a los hijos.
III.II.1 - La transmisión de la vida - Itinerario
moral de los esposos (34)
Es importantísimo conocer la
verdad que Dios ha querido revelar (tener una recta conciencia del orden
moral). La moral revelada y enseñada por
la Iglesia responde a las exigencias más profundas del corazón del hombre.
Los esposos, están llamados a la
santidad en el matrimonio. Esta vocación se realiza en la medida en que van
respondiendo a los mandamientos de Dios, apoyados siempre en la gracia divina y
en la propia voluntad.
El hombre está llamado a vivir
responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios; desde su libertad, va conociendo, amando y
realizando el bien según va creciendo en la Fe. Es por esto que los esposos,
están llamados a un continuo camino, un camino gradual y pedagógico que abarca
toda la vida, para ir conociendo cada vez más y mejor la Fe y a desear que las
enseñanzas de Dios se encarnen en sus vidas.
Este camino exige reflexión,
información, educación idónea de los que se van a encargar de ayudar a los
esposos en su itinerario humano y espiritual, que comporta la conciencia del
pecado, el compromiso sincero a observar la ley de Dios y el ministerio de la
reconciliación.
Este camino hará que los
esposos, estimando la doctrina de la Iglesia, con la confianza puesta en
Jesucristo, ayudados y acompañados por los presbíteros y catequistas y por la
comunidad, puedan descubrir y experimentar el Amor auténtico, que libera y que
el Señor les propone en el Evangelio.
En cuanto a la sexualidad en el
matrimonio, es importante que la Iglesia enseñe a los esposos la doctrina de
la Humanae
vitae como norma para que puedan poner las condiciones necesarias
para observarla.
III.II.1 - La transmisión de la vida - Suscitar
convicciones y ofrecer ayudas concretas (35)
En cuanto a los métodos
naturales de regulación de la fertilidad vistos anteriormente, los expertos, médicos,
consejeros matrimoniales, educadores… en este campo, pueden ayudar a los
esposos a vivir su amor respetando la estructura y finalidades del acto
conyugal.
Sería estupendo, además, que los
esposos cristianos pudieran dar testimonio de la santidad y la suavidad de la
ley revelada, que en lugar de castrar y condenar, une en el amor mutuo a los
esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida.
III.II.2 - La educación - El derecho-deber
educativo de los padres (36)
La TAREA EDUCATIVA es parte de
la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de dios:
se trata de la gravísima obligación que tienen los padres de ayudar de manera
eficaz a los hijos a vivir una vida plenamente humana.
Es por eso que los padres son
los primeros y principales educadores de sus hijos.
Este deber es esencial,
insustituible, inalienable y no puede ser totalmente delegado o usurpado por
otros. Cuando este deber falta, difícilmente puede suplirse.
Es, pues, deber de los padres crear
un AMBIENTE DE FAMILIA (primera escuela de las virtudes sociales)
-
animado por el amor,
-
por la piedad hacia Dios y hacia los hombres,
-
que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos.
La base de la educación en la familia debe
de ser el amor paterno y materno (dulzura,
constancia, bondad, servicio, desinterés y espíritu de sacrificio), que lleva a
la perfección el “servicio a la vida” por parte de los padres.
III.II.2 - La educación - Educar en los valores
esenciales de la vida humana (37)
La familia es la primera y
fundamental ESCUELA DE SOCIALIDAD. Los padres deben formar a los hijos con
confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana:
-
ESTILO DE VIDA SENCILLO Y AUSTERO (enseñarles a no ser esclavos de los bienes materiales).
-
Sentido de la VERDADERA JUSTICIA (que lleva al respeto de la
dignidad personal de cada uno),
-
Sentido del VERDADERO AMOR (solicitud sincera y servicio
desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados).
-
El DON DE SÍ, por supuesto entre los esposos, pero también en
todas las relaciones familiares.
-
La COMUNIÓN Y LA PARTICIPACIÓN en las alegrías y dificultades de
cada día.
-
Una EDUCACIÓN SEXUAL clara,
delicada, verdadera y plenamente personal, cuya base es la educación para el
amor (el don de sí). EDUCACIÓN PARA LA CASTIDAD, como virtud que
desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y
promover el «significado esponsal» del cuerpo. EDUCACIÓN PARA LA VIRGINIDAD,
como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la
sexualidad humana.
Ante una
cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta
y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el
cuerpo y el placer egoísta.
La Iglesia
se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los
principios morales, el cual no sería más que una introducción a la experiencia
del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al
vicio desde los años de la inocencia.
III.II.2 - La educación - Misión educativa y
sacramento del matrimonio (38)
El Sacramento del Matrimonio, consagra a los esposos a la educación cristiana de los
hijos.
Para ello los padres deben vivir
el Sacramento, para ser enriquecidos por los dones del Espíritu Santo
(sabiduría, consejo, fortaleza para ayudar a los hijos en su crecimiento humano
y cristiano).
Se trata de una MISIÓN recibida. RESPONSABILIDAD ante
dios que los llama y los envía a edificar la iglesia en los hijos (IGLESIA
DOMÉSTICA)
III.II.2 - La educación - La primera experiencia de
Iglesia (39)
Los padres cristianos tienen la
misión de educar a los hijos en la Fe. Proponer a los hijos todos los
contenidos necesarios para la maduración gradual de su personalidad desde un
punto de vista cristiano y eclesial.
El señor confía a los padres el
crecimiento de hijos de Dios y templos del Espíritu Santo.
La educación cristiana no
persigue solamente la madurez propia de la persona humana, sino que busca,
sobre todo, que los hijos vayan creciendo en la Fe, e iniciados gradualmente
aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad vayan formándose para
vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad.
La Iglesia Doméstica esta
llamada a hacer un verdadero ministerio,
transmitiendo e irradiando el Evangelio, hasta el punto que la misma
familia se convierte en Itinerario de Fe o Iniciación cristiana.
Los padres, con su testimonio
son los primeros evangelizadores de los hijos. Rezando con los hijos,
proclamando la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad con Cristo
mediante la iniciación cristiana, los esposos llegan a ser plenamente padres (ya
que serán engendradores no sólo de la vida corporal, sino también de vida
Eterna).
III.II.2 - La educación - Relaciones con otras
fuerzas educativas
Se debe asegurar el derecho de
los padres a la elección de una educación conforme con su fe religiosa.
En cuanto las instituciones
educativas, la renovación de la escuela católica debe prestar una atención
especial tanto a los padres de los alumnos como a la formación de una perfecta
comunidad educadora.
El Estado y la Iglesia tienen la
obligación de dar a las familias todas las ayudas posibles, a fin de que las
familias puedan ejercer adecuadamente sus funciones educativas (recordemos que
la familia es la primera comunidad educadora y que los padres son los primeros
y principales educadores de los hijos).
Los padres tienen el grave deber
de comprometerse a fondo en una relación cordial y efectiva con los profesores
y directores de las escuelas.
Los padres deben de estar
atentos a las posibles enseñanzas de ideologías contrarias a la fe cristiana.
III.II.2 - La educación - Un servicio múltiple a la vida (41)
El amor conyugal fecundo se expresa en el servicio
a la vida.
Si bien es cierto que la generación y educación de
los hijos son el servicio a la vida más inmediato, propio e insustituible del matrimonio,
también es verdad que cada acto de verdadero amor al hombre testimonia y
perfecciona la fecundidad espiritual de la familia (donación de sí mismo a los
demás).
Con las familias cristianas y por medio de ellas, el Señor Jesús sigue mostrando
su amor y compasión al hombre. La fecundidad de las familias cristianas, fruto
del Espíritu Santo, debe llevar a abrir el corazón de manera creativa para
descubrir las nuevas necesidades y sufrimientos de nuestra sociedad, y que
infunde ánimo para asumirlas y darles respuesta (ej: evangelización, adopción,
acogida, ayudar a otros hijos…).
III – Participación en el desarrollo de la sociedad
La familia, célula primera y vital de la sociedad
(42)
La familia es la célula primera y vital de
la sociedad.
De la familia nacen los futuros ciudadanos,
y éstos encuentran en la familia la primera escuela de esas virtudes sociales,
que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.
La vida familiar como experiencia de comunión y
participación (43)
La primera y fundamental
aportación de la familia a la sociedad es la experiencia de la comunión y de la
participación que se da en la vida diaria de la familia.
Las relaciones en la familia
están inspiradas y guiadas por la ley de la «gratuidad» (disponibilidad
desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda, acogida cordial,
encuentro y diálogo); donde la dignidad
personal es el único valor.
Es por esto que la familia
constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de
personalización de la sociedad, que custodia y transmite las virtudes y los
«valores».
En una sociedad cada vez más
despersonalizada, masificada, inhumana y
deshumanizadora, que necesita «evadirse» (sexo, alcoholismo, la droga,
terrorismo…), la familia, puede sacar al hombre del anonimato, dignificarlo,
enriquecerlo con profunda humanidad...
Función social y política (44)
La familia cristiana está
llamada a escuchar el consejo del apóstol: «sed solícitos en la hospitalidad»,
abrir la puerta de la propia casa, y más aún la del propio corazón, a las
necesidades del hermano.
En el campo de la intervención
política, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las
instituciones del estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan
positivamente los derechos y los deberes de la familia.
La sociedad al servicio de la familia (45)
Es necesario que la sociedad
cumpla su deber fundamental de respetar y promover a la familia; que el estado
reconozca que la familia es una «sociedad que goza de un derecho propio y
primordial».
Precisamente por esto, el estado
no puede ni debe quitar a las familias aquellas funciones que ellas pueden
realizar (por sí solas o asociadas libremente), sino favorecer y estimular lo
más posible las iniciativas responsables de las familias.
El estado debe hacer todo cuanto
pueda para asegurar ayudas a las familias (económicas, sociales, educativas,
políticas, culturales) para que puedan afrontar dignamente sus
responsabilidades.
Carta de los derechos de la familia (46)
La situación de muchas familias,
en diversos países es muy problemática.
De este modo la familia, que,
según los planes de Dios, es célula básica de la sociedad, sujeto de derechos y
deberes antes que el Estado y cualquier otra comunidad, es víctima de la sociedad
(de sus retrasos, lentitudes e injusticias).
Por esto la iglesia defiende
abierta y vigorosamente los derechos de la familia contra las usurpaciones
intolerables de la sociedad y del estado.
Recordamos algunos derechos de
la familia:
- Derecho
a existir y progresar como familia: derecho a fundar una familia y a
poderla mantener.
- Derecho
a tener hijos que consideren y a poderlos educarlos: derecho a “ejercer su
responsabilidad en el campo de la transmisión de la vida”.
- Derecho
a la intimidad de la vida conyugal y familiar.
- Derecho
a la estabilidad del vínculo y de la institución matrimonial.
- Derecho
a creer y profesar su propia fe, y a difundirla.
- Derecho
a educar a sus hijos de acuerdo con las propias tradiciones y valores
religiosos y culturales.
- Derecho
a obtener seguridad física, social, política y económica.
- Derecho
a una vivienda adecuada para una vida familiar digna;
- Derecho
de expresión y de representación ante las autoridades públicas.
- Derecho
a crear asociaciones con otras familias e instituciones.
- Derecho
a proteger a los menores, mediante instituciones y leyes apropiadas,
contra los medicamentos perjudiciales, la pornografía, el alcoholismo,
etc.
- Derecho
a un justo tiempo libre que favorezca los valores de la familia.
- Derecho
a que los ancianos tengan una vida y a una muerte dignas.
- Derecho
a emigrar como familia, para buscar mejores condiciones de vida.
Gracia y responsabilidad de la familia cristiana
(47)
El Sacramento del Matrimonio
capacita y compromete a los esposos y a los padres cristianos a vivir su
vocación de laicos, y por consiguiente a buscar el Reino de Dios, dando
testimonio de una entrega generosa y desinteresada a los problemas sociales,
mediante la «opción preferencial» por los pobres y los marginados.
Hacia un nuevo orden internacional (48)
La familia cristiana puede cooperar en la solidaridad mundial para afrontar y
resolver los problemas de justicia en el mundo, de libertad de los pueblos y de
la paz de la humanidad.
La familia cristiana, como «pequeña iglesia», está
llamada, a semejanza de la «gran iglesia», a ser signo de unidad para el mundo
y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y de
la Paz de Cristo, hacia el cual el mundo entero está en camino.
Las familias cristianas podrán realizar esto por
medio de su acción educadora (ofreciendo a los hijos un modelo de vida fundado
sobre los valores de la verdad, libertad, justicia y amor) o comprometiéndose
activa y responsablemente por ejemplo mediante asociaciones.
IV - Participación en la vida y misión de la
Iglesia
La familia en el misterio de la Iglesia
La familia cristiana, «iglesia
en miniatura», participa, a su manera,
en la misión de salvación que es propia de la Iglesia: los cónyuges y padres
cristianos, en virtud del sacramento, «poseen su propio don, dentro del pueblo
de dios, en su estado y forma de vida». Por eso no sólo «reciben» el amor de Cristo,
convirtiéndose en comunidad «salvada», sino que están también llamados a «transmitir»
a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad «salvadora». La
familia cristiana está llamada a ser símbolo, testimonio y participación de la
maternidad de la iglesia.
Para ello la Iglesia ENGENDRA,
EDUCA, EDIFICA la familia cristiana. Con el ANUNCIO DE LA PALABRA DE DIOS, la CELEBRACIÓN
DE LOS SACRAMENTOS, y la proclamación renovada del mandamiento nuevo de la
CARIDAD.
Un cometido eclesial propio y original (50)
Como ya se ha dicho, la familia
cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable en la misión de la Iglesia
de manera propia y original: poniendo al servicio de la iglesia y de la
sociedad su propio ser y obrar, en cuanto “comunidad íntima de vida y
de amor” (con sus valores y exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y
fecundidad…).
La FAMILIA CRISTIANA ES
COMUNIDAD, por eso su participación en la misión de la iglesia debe
realizarse según una modalidad comunitaria: Los cónyuges en
cuanto pareja, y los padres e hijos en cuanto familia, están
llamados, a ser en la fe «UN CORAZÓN Y UN ALMA SOLA», llamada a hacer partícipes
a los demás de sus riquezas espirituales, manifestando a todos la presencia
viva del Salvador en el mundo y la belleza de la Iglesia.
El cristiano, por el bautismo,
está llamado a ser “sacerdote, profeta y rey”; el contenido de la misión de la
Familia Cristiana podemos presentarlo como:
- Familia cristiana (profetas): comunidad creyente y evangelizadora.
- Familia cristiana (sacerdotes): comunidad en diálogo con Dios.
- Familia cristiana (reyes): comunidad al servicio del hombre.
III.IV.1 - La Familia cristiana (profetas),
comunidad creyente y evangelizadora (51-54)
La
familia cristiana vive su cometido profético ACOGIENDO LA PALABRA DE DIOS Y
ANUNCIANDO LA PALABRA DE DIOS. Se hace así, cada día más, una comunidad
creyente y evangelizadora.
Pero eso es imposible si los
esposos y padres cristianos no tienen fe. SOLAMENTE MEDIANTE LA FE PODRÁN VIVIR
Y DISFRUTAR DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA CRISTIANA.
La preparación al matrimonio
cristiano es importantísima y una ocasión privilegiada para que los novios
vuelvan a descubrir y profundicen la Fe recibida en el bautismo. Esa
preparación al matrimonio cristiano (itinerario de fe) es de vital importancia
para que los futuros esposos reconozcan y acojan libremente la llamada a ser
cristianos y a vivir el matrimonio cristiano.
Por eso, después de haber sido
educados en la fe mediante la preparación, para los esposos la celebración
sacramental del matrimonio debe de ser una «profesión de fe» hecha dentro y con
la Iglesia. Esta profesión de fe ha de ser continuada en la vida de los esposos
y de la familia.
Dios que ha llamado a los
esposos al matrimonio, continúa a llamarlos en el matrimonio. Por eso, LA
FAMILIA CRISTIANA (PEQUEÑA IGLESIA DOMÉSTICA), como la gran iglesia,
TIENE NECESIDAD DE SER EVANGELIZADA CONTINUA E INTENSAMENTE: se trata del deber
de SER EDUCADOS PERMANENTE EN LA FE.
III.IV.1 - La Familia
cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora (51-54)
III.IV.1.1 - Ministerio de
evangelización de la familia cristiana (52)
En la medida en que la familia
cristiana acoge el evangelio y madura en la Fe, se hace comunidad
evangelizadora: espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se
irradia, donde todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados.
La futura evangelización depende
en gran parte de la Iglesia doméstica. La misión apostólica de la familia cristiana
es transmitir la Fe, para santificar y transformar la sociedad actual. Dar razón
de la Fe siendo testigos de la Alianza Pascual de Cristo, irradiando la alegría
del amor de Dios y la certeza de la Esperanza.
Por eso, es de absoluta
necesidad la catequesis familiar.
III.IV.1 - La Familia
cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora (51-54)
III.IV.1.2 – Un
servicio eclesial (53)
EL ministerio/servicio de
evangelización de los padres cristianos es original e insustituible (con
características típicas de la vida familiar como son el amor, la sencillez, la
concreción y el testimonio cotidiano).
La familia cristiana debe formar
a los hijos para la vida, de manera que cada hijo cumpla en plenitud su llamada,
de acuerdo con la vocación recibida de Dios (también a la vida consagrada, la
familia cristiana se convierte en el primero y mejor seminario).
El ministerio/SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN
y catequesis de los padres debe acompañar TODA LA VIDA DE LOS HIJOS.
En cuanto a los problemas que
surgen en la adolescencia y juventud, cuando con frecuencia, los hijos contestan
o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida, los
padres están llamados a afrontar con valentía y gran serenidad de espíritu
estas dificultades ya que la evangelización con conlleva el “sufrimiento de
apóstol”.
III.IV.1 - La Familia
cristiana (profetas), comunidad creyente y evangelizadora (51-54)
III.IV.1.3 – Predicar
el Evangelio a toda criatura (54)
Cristo ha dicho: «Id por el
mundo y predicad el evangelio a toda criatura». También la fe y la misión
evangelizadora de la familia cristiana poseen esta dimensión misionera
católica.
El sacramento del matrimonio
constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de cristo «hasta los
últimos confines de la tierra», como VERDADEROS Y PROPIOS MISIONEROS».
-
EN EL INTERIOR DE LA FAMILIA (cuando alguno de los componentes de
la misma no tiene fe o no la practica con coherencia).
-
A LAS FAMILIAS QUE NO CREEN todavía y para las familias cristianas
que no viven coherentemente la fe recibida.
-
EN OTRO PAÍS (FAMILIAS EN MISIÓN). Así como Aquila y Priscila
(pareja misionera, ya al principio del cristianismo), así también hoy la
Iglesia envía cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto
período de tiempo, van a otras tierras a anunciar el Evangelio, sirviendo al
hombre por amor de Jesucristo.
Las familias cristianas cultivan
la vocación misionera en sus propios hijos e hijas preparando a sus hijos,
desde la juventud «para conocer el amor de dios hacia todos los hombres».
III.IV.2 - La Familia cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.1 – El santuario doméstico de la Iglesia (55)
El anuncio del Evangelio y su
acogida mediante la fe encuentran su plenitud en la celebración de los
sacramentos. La Iglesia, es también pueblo sacerdotal, está revestido de la
dignidad y partícipe de la potestad de Cristo, sumo-sacerdote.
También la Familia Cristiana
(Iglesia doméstica) es vivificada continuamente por el Señor y es llamada e
invitada al diálogo con Dios mediante la vida sacramental, el ofrecimiento de
la propia vida y la oración, para santificarse
y santificar a la Iglesia y al mundo.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.2 – El
matrimonio, sacramento de mutua santificación y acto de culto (56)
Jesucristo acompaña a los esposos a lo largo de toda su existencia; permanece
con ellos para que, con su mutua entrega, se amen como Él mismo amó a la Iglesia
y se entregó por ella.
Todos estamos llamados a la Santidad. Esta vocación para los esposos
esta especificada por El Sacramento del Matrimonio, que es la fuente y el medio
de perfección y santificación para los cónyuges y para la familia cristiana.
Los esposos cristianos, para poder
vivir su vocación (la santidad, a través del matrimonio), son fortificados y
como consagrados por el sacramento, a través del Espíritu Santo. Así, su amor
es purificado, santificado, sanado, perfeccionado y elevado.
El matrimonio cristiano, -como
todos los sacramentos- está ordenados a la santificación de los hombres y a dar
culto a Dios. Del mismo sacramento brotan también la gracia y el compromiso
moral de transformar toda su vida en un continuo sacrificio espiritual.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.3 – Matrimonio
y Eucaristía (57)
El deber de santificación de la
familia cristiana tiene su primera raíz en el Bautismo y su expresión máxima en
la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano.
Es muy importante poner de
relieve la especial relación existente entre la Eucaristía y el matrimonio
cristiano para poder comprender y vivir con mayor intensidad la gracia y las
responsabilidades del matrimonio cristiano y de la familia cristiana.
La Eucaristía es la fuente misma
del matrimonio cristiano: el Sacrificio Eucarístico representa la alianza
(sellada con la sangre de la cruz) de amor de Cristo con la Iglesia.
En este sacrificio los cónyuges
cristianos encuentran la raíz de la que brota su alianza conyugal. Esa raíz es
el amor Total, el amor hasta dar la vida (La Caridad). Los cónyuges al
encontrar este amor son configurados interiormente y vivificados desde dentro.
En el don eucarístico de la Caridad
la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su «comunión» y de su
«misión», ya que el pan eucarístico hace de los miembros de la comunidad
familiar un único cuerpo; además, la participación en el cuerpo «entregado» y
en la sangre «derramada» de cristo se hace fuente inagotable del dinamismo
misionero y apostólico de la familia cristiana.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.4 – El
sacramento de la conversión y reconciliación (58)
La familia no siempre es coherente
y fiel. Por eso es esencial acoger la llamada evangélica a la CONVERSIÓN, que
nos lleva al ARREPENTIMIENTO y PERDÓN MUTUO dentro de la familia cristiana, en
el día a día y que hallan su momento sacramental específico en el SACRAMENTO DE
LA PENITENCIA.
La celebración de este
sacramento es muy importante para la vida familiar: mientras mediante la Fe
descubren cómo el pecado contradice la alianza con Dios, la alianza de los
cónyuges y la comunión de la familia… mediante le sacramento de la penitencia,
los esposos y todos los miembros de la familia son animados al encuentro con
Dios «rico en misericordia», que derrama su amor más fuerte que el
pecado, y que reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y la comunión
familiar.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.5 – La
plegaria familiar (59)
«Os aseguro que si dos de vosotros se ponen
de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi
Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»"(Mt 18, 19s)
El sacerdocio bautismal de los
fieles, vivido en el matrimonio-sacramento, constituye para los cónyuges y para
la familia el fundamento de una vocación y de una misión sacerdotal, mediante
la cual su misma existencia cotidiana se transforma en «sacrificio espiritual
aceptable a Dios por Jesucristo».
Se trata de tener vida de
oración, diálogo suplicante dirigido al Padre por medio de Jesucristo en el
Espíritu Santo.
La plegaria familiar tiene
características propias. Es una oración hecha en común, marido y mujer juntos,
padres e hijos juntos, que tiene como contenido original la misma vida
de familia (con sus alegrías y dolores, esperanzas y tristezas,
nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas,
alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas
queridas…), señalando la intervención del amor de Dios en la historia de la
familia, con momentos de acción de gracias, así como de imploración y abandono confiado
a Dios, Padre de todos.
El que la Familia cristiana
pueda vivir verdaderamente como “Iglesia doméstica” sólo es posible con la
ayuda incesante de Dios, ayuda que será concedida sin falta a cuantos la pidan
con humildad y confianza en la oración.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.6 – Maestros
de oración (60)
Los padres cristianos tienen el
deber de educar a sus hijos también en la oración, de llevarlos poco a poco al
encuentro personal con Dios.
Es muy importante que los hijos
aprendan desde pequeños a conocer y a adorar a Dios y a amar al prójimo según
la Fe recibida en el bautismo.
El testimonio vivo de los padres
es el elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración; sólo
orando junto con sus hijos, el padre y la madre calan profundamente en el
corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la
vida no lograrán borrar.
Algunos ejemplos:
-
Enseñar a los hijos las oraciones del cristiano.
-
Preparar a los hijos para la confesión, la comunión y la
confirmación.
-
Acostumbrar a los hijos enfermos a pensar en Cristo que sufre.
-
Acostumbrar a los hijos a invocar la ayuda de la virgen y de los
santos.
-
Rezar el rosario en familia.
-
Rezar con los hijos.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.7 – Plegaria
litúrgica y privada (61)
La plegaria de la “iglesia
doméstica” introduce de manera natural a los hijos en la oración litúrgica de
toda la Iglesia..
Es importante y necesario que
poco a poco todos los miembros de la Familia Cristiana participen de la
Eucaristía (sobre todo los domingos y días festivos), así como de los otros
sacramentos. La Iglesia recomienda también a la familia cristiana la
celebración comunitaria del Oficio Divino.
Algunos ejemplos concretos de
oraciones privadas que la Iglesia recomienda para la Familia cristiana:
-
Oraciones de la mañana y de la noche.
-
Lectura y meditación de la Palabra de Dios.
-
Preparación a los sacramentos.
-
Celebrar en casa los tiempos y festividades del año litúrgico
(adviento, cuaresma, pascua…).
-
La devoción y consagración al Corazón de Jesús.
-
Las varias formas veneración a la Virgen María.
-
La bendición de la mesa.
-
El rezo del rosario individualmente y en familia.
-
Las diversas expresiones de religiosidad popular.
III.IV.2 - La Familia
cristiana (sacerdotes), comunidad en diálogo con Dios (55-62)
III.IV.2.8 – Plegaria
litúrgica y privada (62)
La oración es parte constitutiva
y esencial de la vida cristiana.
Lejos de ser una evasión que
desvía del compromiso cotidiano, la oración constituye el empuje más fuerte
para que la familia cristiana asuma y ponga en práctica plenamente sus
responsabilidades.
La familia, para ser Familia
Cristiana necesita estar unida a Cristo. Cuanto más mejor. De la unión vital
con cristo, alimentada por la liturgia, de la ofrenda de sí mismo y de la
oración deriva también la fecundidad de la familia cristiana.
III.IV.3 - La Familia cristiana (reyes), comunidad al servicio del hombre (63-624)
III.IV.3.1 – El nuevo mandamiento del amor (63)
«La ley del Espíritu que da
la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte» (Rm 8, 2). «El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5, 5).
El Espíritu Santo es quien rige
la vida de los cristianos, la “ley del Espíritu”, la “ley del Amor de Dios”.
La familia cristiana es así
animada y guiada por la ley nueva del Espíritu y es llamada a vivir su
«servicio» de amor a Dios y a los hermanos.
"No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias... ofreceos vosotros mismos a
Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de
justicia al servicio de Dios" (Rm 6, 12s)
Como Cristo ejerce su potestad
real poniéndose al servicio de los hombres, así también el cristiano encuentra
el auténtico sentido de su participación en la realeza de su Señor, al servicio
del hombre.
III.IV.3 - La Familia
cristiana (reyes), comunidad al servicio del hombre (63-64)
III.IV.3.2 – Descubrir
en cada hermano la imagen de Dios (64)
De esta manera, la familia
cristiana vive la acogida, el respeto y el servicio a cada hombre, viendo en el
prójimo la imagen de Dios. Esto sobre todo en el interior (en la pareja y
familia), pero también con todos los demás.
La familia cristiana está
llamada a formar a los hombres al amor y practicar el amor en toda relación
humana con los demás, no cerrándose en sí misma, sino abierta a la comunidad,
consciente de la propia responsabilidad hacia toda la sociedad.
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