Desde la antigüedad el hombre ha sentido siempre la seducción de la fuerza, le ha fascinado la salud, el vigor y ha cantado el triunfo del poder. Los más fuertes se erigían por encima del resto; los pequeños, los pobres, los vencidos, los enfermos, los esclavos.
En Grecia, Platón describe a un fanático del derecho de los fuertes, confrontado con unos débiles que intentan corregir su fragilidad con leyes ilusorias de derechos e igualdades.
Darwin en el siglo XIX acuña la noción de supervivencia de los más aptos, es decir de los fuertes, aunque aplicada a las especies animales. Su teoría fue enarbolada por muchos para justificar su dominio sobre otros.
Nietzsche enaltece la ostentación de la fuerza, para él la vida es pujanza o voluntad de poder, sólo existe lo que crea la voluntad pero ésta, a lo máximo que llega es a crear el superhombre, no alcanza a producir lo infinito y por eso declara que "Dios no existe".
La Alemania nazi alcanzó el culmen de esa fascinación por el superhombre, fue un poder aparente, postizo, basado en falsedades y aquella pesadilla prepotente se derrumbó impotente en un caos tan dantesco como más tarde lo haría sin ruido la utopía comunista.
Esas y otras demenciales experiencias demuestran que la endeble voluntad humana se hunde en el nihilismo cuando da la espalda a la fuente de toda la fuerza, es decir al Todopoderoso.
El poder de la mentira ha marginado siempre a los débiles como inservibles; son inútiles, ya sea para las conquistas del imperio, para la lucha competitiva en la nueva globalización o, si son embriones, para las clínicas de reproducción asistida.
La bioética nació para socorrer el desvalimiento de la vida humana frágil, venía a combatir el error de que el derecho está supeditado a la fuerza y defendía el valor y dignidad de cualquier persona, aún la más enferma y limitada.
Pero… ¿Por qué hubo que esperar hasta finales del siglo XX para hablar de bioética? Esa palabra no existía aún, cuando los astronautas americanos pusieron los pies en la luna por primera vez, ¿por qué no surgió antes?, ¿acaso será nuestra época más brutal que la de los legionarios de la época Romana?
En 1945 cuando el mundo descubrió estremecido los horrores perpetrados en los campos de exterminio nazi, una crueldad difícilmente superable. En Auschwitz, el doctor Josef Mengele y otros médicos de las SS experimentaron con los prisioneros, mayoritariamente judíos, como si se tratase de cobayas, les practicaban operaciones sin anestesia y les inoculaban diversos virus, con las mujeres ensayaban nuevos métodos de esterilización y control de natalidad.
*Segunda Guerra Mundial: 1939 - 1945
El Tribunal Internacional de Núremberg, organizado por los aliados en 1946 no sólo juzgó los crímenes de guerra de los políticos y militares nazis, sino que condenó con toda severidad los experimentos inhumanos de los médicos al servicio de aquel régimen despiadado.
*Juicios de Núremberg - entre el 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946. Fueron juzgados 24 de los principales dirigentes supervivientes del gobierno nazi capturado: 11 condenas a muerte, 3 condenas a cadena perpetua, 2 a veinte años, y una a 15 y otra a 10 años.
Lo lógico es que la humanidad hubiera aprendido de aquella terrible catástrofe y se hubieran garantizado para siempre los derechos del hombre. Se intentó, pero… ¿Qué ocurrió en realidad?
Después de la Segunda Guerra Mundial los derechos de la persona se convierten en un elemento clave en todas las constituciones occidentales, por tanto estamos en un buen momento para los derechos humanos, pero a la vez, se impone una filosofía individualista, radical, que vacía muchos de esos derechos y sobre todo se los niega a los más débiles, a los que no pueden protestar, o están en minoría, con lo cual, en el momento del apoteosis de las derechos humanos es cuando más vulneraciones de los derechos humanos hay, hasta el punto de escandalizar a los de otras culturas que no acaban de entender muy bien lo que hemos montado... por tanto, aprovechemos esta apoteosis de los derechos pero démosle contenido.
La bioética no apareció como réplica inmediata a los crímenes nazis, curiosamente surgió como reacción a los abusos médicos cometidos a escala mucho menor en EEUU.
En Alabama desde 1932 hasta 1962 el gobierno norteamericano, llevó a cabo una investigación con 400 pacientes de sífilis de raza negra, ni se les informó, ni se les trató con penicilina.
En los años treinta, el estereotipo de la gente de color era sinónimo de suciedad y promiscuidad, ¿no era la sífilis consecuencia de todo ello?
Al principio el estudio se usó en apoyo de la discriminación racial. De esos 400 muchos murieron. Décadas después el presidente Bill Clinton pidió perdón a los 7 supervivientes en nombre del gobierno, prometiendo jamás volver a cometer abusos semejantes.
Quien no ha pedido perdón es el gobierno de la China comunista, donde los médicos ejecutan planes draconianos para la planificación familiar, que prohíben tener más de un hijo por familia. Quienes osan desobedecer son sometidos a esterilizaciones forzadas y abortos, una triste secuela han sido los infanticidios de niñas, pues los varones son más cotizados.
También en la India bajo el gobierno de Indira Gandhi se llevó a cabo una campaña masiva de esterilización forzosa que desencadenó multitudinarias protestas.
En otros países del "tercer mundo" de una manera más solapada se llevan a cabo campañas de esterilización química y quirúrgica.
Algunos críticos las atribuyen a un designio inconfesado de imperialismo demográfico por parte de ciertos países del "primer mundo".
En EEUU la reacción bioética se va perfilando tras los resonantes escándalos de los años 60. Entre ellos destaca el del Hospital Willowbrook de Nueva York donde se experimentó con más de 700 niños discapacitados durante cinco años, llegaron a infectarles con hepatitis vírica.
*Programa de Salud Reproductiva y Planificación Familiar que Fujimori presentó en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekín, 1995)
En EEUU la reacción bioética se va perfilando tras los resonantes escándalos de los años 60. Entre ellos destaca el del Hospital Willowbrook de Nueva York donde se experimentó con más de 700 niños discapacitados durante cinco años, llegaron a infectarles con hepatitis vírica.
Otro escándalo fue el de un hospital de Brooklyn donde se inyectaron células tumorales vivas en ancianos para investigar el cáncer.
Mayor impacto internacional tuvo la tragedia de la Talidomida en 1963; miles de niños nacieron con malformaciones debido a un fármaco mal experimentado.
Estos horrores y otros anteriores no bastan para explicar la buena aceptación de la bioética, también influyó la revolución ideológica de los años 60 una de cuyas reivindicaciones fue la ecología.
La bioética aparece en un contexto en el que se considera prácticamente al hombre un agresor contra la naturaleza y el entorno que le rodea, hay una enorme desconfianza hacia la industria, hacia la tecnificación de la medicina.
Esa sospecha hacia el progreso técnico se agudizó ante el espectacular avance de las investigaciones médicas, ¿no se abusaría del hombre como se abusaba de la naturaleza?
El hombre a través de la ciencia puede llegar a dominar incluso la aparición de su propia naturaleza, a través de la genética, si el hombre, va dominando los mecanismos íntimos por los cuales surge el proceso de la vida, sería algún día capaz de modificar los caracteres de la naturaleza.
Para evitarlo habría que embridar el galope acelerado de la ciencia.
La medicina había avanzado mucho desde la época de Pasteur en el siglo XIX, pero el progreso se hacía deslumbrante a partir de los años 60 del siglo XX.
En 1962 se descubre la diálisis renal, siguen después los primeros trasplantes de riñón ampliamente extendidos en la década de los 70, luego los trasplantes de corazón y los nuevos aparatos de respiración asistida amplían los horizontes de esperanza, pero la posibilidad de beneficiarse de estas técnicas estaba limitada por la escasez de recursos, ¿con qué criterios se salvaría a unos y se dejaría morir a otros? ¿vivirían los más adinerados o más influyentes? La respuesta debía ser ética.
La bioética nace pues condicionada con el estilo de resistencia de defensa que tuvo que adoptar ante los abusos a los pacientes y los fulgurantes progresos de la medicina; la bioética antes que ser propositiva se vio obligada a fijar límites a la plicación de los avances científicos.
Como parte de la ética general, la bioética estudia la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud a la luz de principios morales, pero no busca responder a preguntas, como… ¿qué podemos lograr con la técnica? o ¿Hasta dónde podemos llegar? Ni se pregunta ¿Qué es útil a la sociedad? La bioética debería responder a ¿cómo debo usar los avances biotecnológicos para el bien humano integral? Su ideal sería un comportamiento humano virtuoso, armonizando ciencia y ética.
La década de los 70-80 es la etapa de la consolidación. En EEUU merodean las declaraciones de informes sobre bioética, el más famoso es el Informe Belmont, elaborado por una comisión nacional.
En este documento emergieron tres principios orientadores de la intervención médica ante la experimentación con personas humanos que han pasado ya al acervo de la medicina, estos tres principios son:
- Principio de Autonomía
- Principio de Beneficencia
- Principio de Justicia
El médico cuando actúa delante de un enfermo tiene que buscar su máximo bien, tiene que no hacerlo de una manera impositiva, paternalista, tiene que oír al paciente y respetar sus criterios y además en la aplicación de esos remedios, debe procurar ser justo, solidario e imparcial. Tratando a todos por igual.
Por tratarse de un consenso sobre mínimos, los 3 principios colisionan a veces entre sí, y lo más frecuente es que prevalezca el principio de autonomía que dará lugar a no pocos abusos, como cuando se invoca la autonomía del moribundo para solicitar la eutanasia, o la de la mujer para poder abortar.
¿Son suficientes esos principios bioéticos para guiar la conciencia de un cristiano?
El juicio moral del cristiano es mucho más rico ya que tiene en cuenta la intención del paciente, la intención del médico, el significado del objeto que va a llevar a cabo, si se trata de una esterilización por ejemplo, tener en cuenta el significado moral de una esterilización, si se trata de aplicar una píldora abortiva, el significado material será la píldora pero el significado moral es que es un aborto y tiene que tener en cuenta también en cuenta las consecuencias.
No se trata de ser enemigos de los principios clásicos de la bioética, porque tienen su papel positivo. Se trata de darle contenido moral, antropológico a los principios.
¿Dónde surgió esta nueva disciplina? ¿Por qué existen recelos hacia las enseñanzas de la Iglesia Católica en estos ámbitos?
La bioética nació en una comunidad científica ideológicamente dividida.
El primero en acuñar ese término en el ámbito científico* fue un holandés afincado en EEUU: Van Rensselaer Potter, su libro “Bioética, un puente hacia el futuro” buscaba conciliar la mentalidad científica pletórica de éxitos y la razón filosófica estremecida por el impacto que aquellos logros podrían tener sobre el hombre y el ecosistema planetario. Entre esos logros preocupantes figuraba la bomba atómica, la expansión industrial, con su efecto contaminante, el descubrimiento y manipulación del ADN.
*aunque Fritz Jahr (pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán) creó del término Bio-Ethik en 1926, en el artículo "Ciencias de la vida y la moral" (Wissenschaft vom Leben und Sittenlehre)
En EEUU fueron surgiendo estudios académicos, carreras y másters en bioética, muchos de sus iniciadores fueron teólogos protestantes o médicos agnósticos que abordaron
temas, ya candentes entonces, como la reproducción asistida o el aborto.
Sus respuestas disentían del magisterio católico. En su premonitoria encíclica "Humanae Vitae" de 1968, el Papa Pablo VI había advertido de las consecuencias de violar las leyes de la naturaleza para la transmisión de la vida, esto generó una desconfianza y oposición a la Iglesia, traducidas en un prejuicio anticatólico latente en muchos estudios de bioética hasta hace pocos años.
"Según el plan de Dios, el matrimonio es una comunidad de amor indisoluble ordenado a la vida como continuación y complemento de los mismos cónyuges. Existe una relación inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida, en virtud de la cual, como enseñó Pablo VI, 'todo acto conyugal debe permanecer abierto a la transmisión de la vida'. Por el contrario, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal.
Pero hay otro aspecto, aún más grave y fundamental, que se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del respeto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad.
¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente, o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas? ¡Queridos esposos! Cristo os ha confiado a su Espíritu para que no olvidéis sus palabras".
(Papa Juan Pablo II, Madrid, 02/11/1982)
Ese prejuicio es sorprendente, la bioética no surge de la nada, tiene precedentes milenarios.
El término "bioética" tiene su origen en Norteamérica y es un típico producto de la mentalidad norteamericana. Los médicos siempre han tenido una ética profesional que se remonta a tiempos pretéritos, se remonta a Hipócrates al "Corpus Hippocraticum" y que es hasta cierto punto conocido por la sociedad.
El juramento de Hipócrates data del siglo IV a.C. se basa en el derecho natural y ello explica que haya sido el paradigma vigente hasta hoy. El médico jura actuar siempre en beneficio del paciente, ese es el principio llamado hoy de beneficencia y de no maleficencia.
La irrupción del cristianismo en el endurecido mundo grecorromano supone una revolución en todos los campos, también en el del tratamiento de los enfermos, el mandato del amor al prójimo y la certeza de ver el rostro de Cristo en el hermano que sufre, son poderosos estímulos que moverán a millones de cristianos a lo largo de los siglos a cuidar enfermos, durante siglos los hospitales son iniciativas de la Iglesia. Una ética médica de inspiración cristiana será prácticamente la única fuente de principios éticos hasta mediados del siglo XIX.
Los derechos humanos no nacieron con la revolución francesa de 1789, sino que fueron inicialmente formulados por el Papa Clemente VI, quien, en 1346, pronunció por vez primera los "Derechos naturales humanos", pertenecen a la naturaleza humana:
- Derecho a la vida
- Derecho a la libertad
- Derecho a la propiedad
Estos 3 derechos están hoy absolutamente conculcados: No hay un derecho a la vida, la eutanasia, el aborto, la clonación... están convirtiéndose hoy en la respuesta legítima.
La intervención de la sociedad civil internacional es mucho más reciente, el conocimiento de los crímenes nazis desembocó en la formulación de distintos códigos: La Carta de Derechos Humanos de la ONU, los Códigos de Deontológica médica de Ginebra y Helsinki, pero...
¿qué importancia tienen esos códigos?. Para defender al ser humano, la bioética necesita aliarse con la Ley. El derecho es su protector y una de sus fuentes de inspiración imprescindibles. La bioética propone normas y señala deberes, sólo el derecho junto con la moral tiene la fuerza necesaria para aplicarlas en favor del más débil.
El derecho es algo distinto de la moral, el derecho no va a ocuparse de todo aquello que es relevante para la moral, sino sólo lo que condiciona nuestra convivencia social, lo que garantiza una convivencia justa. El problema es que uno se pregunta, ¿hasta dónde llega lo que condiciona una convivencia justa? y eso exige una respuesta moral inevitablemente. Por eso por ejemplo el Código Penal tiene un trasfondo moral siempre, porque es el que ha establecido, i esto afecta o no afecta a ese mínimo ético que el derecho debe defender.
Nace así dentro del derecho y de la bioética una nueva rama, la biojurídica, llamada también bioderecho que abarca desde las leyes de reproducción artificial y el aborto hasta los derechos y deberes de pacientes, normas para experimentación con humanos, clonación y otros muchos problemas presentes o futuros, pero tanto en los parlamentos que aprueban esas leyes como en las comisiones éticas que las preparan, se enfrentan al menos dos visiones diametralmente opuestas:
Hay dos conceptos del ser humano y vida humana que están en conflicto:
- el concepto tradicional europeo en el que la dignidad y el valor de la vida es intrínseca al hombre, es decir que tenemos una dignidad, un valor como ser humanos sencillamente por el mero hecho de serlo.
- Por otro lado está ahora la noción postmoderna del individuo en donde el valor y la dignidad dependen de sus capacidades, de lo que todavía puede contribuir a la
sociedad o por lo menos gozar de la vida y cuando ya no puede gozar de ella o no puede contribuir a la sociedad o entorno social entonces pierde su valor.
En una clase hay listos y menos listos, la inteligencia es una cualidad como la memoria, la voluntad o la salud. Si la dignidad de la persona dependiera de cualidades innatas o transitorias gran parte de la humanidad podría ser desechada.
Cuando empezamos a medir cualidades, tenemos al más inteligente y al menos inteligente, el más consciente o menos consciente, empezando a marcar esas líneas de diferencias sobre cuál es el punto de conciencia que hay que alcanzar, cuál es el punto de inteligencia, o el punto de "calidad de vida" (que es el más peligroso). Y por tanto el derecho se convierte en última instancia en un proceso arbitrario.
Casi todos los autores coinciden en que el titular de derechos como del de no ser manipulado por la biotecnología la "persona humana", pero ¿quién tiene la condición de "persona"? ahí divergen peligrosamente las posiciones.
Heredero de Nietzsche, el postmodernismo débil y libertario de fines del siglo XX se opone a la identidad personal y disuelve la identidad del sujeto y del "yo", la negación del sujeto implica la disolución de "la persona" en "las personas" y la disolución de "la familia" en "las familias". Se exalta lo fugaz, la perversión sexual, la homosexualidad y las relaciones atípicas. En ese ambiente de postmodernidad decadente surgen las técnicas de reproducción asistida como logro de la medicina del deseo, de la medicina clientelar.
La negación de la identidad personal y con ello del cristianismo se opone a la idea de "compasión" y así es más llevadero el aborto y la destrucción de embriones.
La pérdida de la identidad personal justifica separar "sexo" y "reproducción".
En el acto de la fecundación in vitro se separan dos componentes esenciales para la dignidad propia de la sexualidad y reproducción humana: la unión entre los aspectos generativos del acto conyugal y de los aspectos unitivos.
Una consecuencia de esa incertidumbre sobre la identidad personal es la sumisión a la identidad colectiva. El peligro para la libertad es patente. Frente a esas tesis de la postmodernidad débil y relativista, la postmodernidad fuerte inspirada en el cristianismo vuelve a descubrir la identidad personal como fuente de derecho, libertad y amor.
La base de esa identidad es la llamada de Dios al hombre que se lee en Isaías: "ego vocavi te nomine tuo" ("Yo te llamé por tu nombre"), llama a cada uno como un padre a su hijo, esa es la más fuerte de las identidades y la que hace de cada hombre no una isla de autarquía sino responsable ante el creador y la creación, hermano de sus hermanos los hombres.
La identidad personal va unida al hecho de tener un mismo cuerpo, de tener un fenotipo propio, resultado de la síntesis entre genotipo y ambiente, el fenotipo es la clave de la identidad biológica que permite incluso distinguir las personas de dos gemelos que el genotipo no diferencia. El hombre cambia sus células cada siete meses pero el fenotipo manifiesta la continuidad del yo pese a las transformaciones físicas. Si el fenotipo es la base de la identidad es necesario entonces defender el genoma como recomienda de declaración de la UNESCO de 1997 que prohíbe la manipulación del patrimonio genético. Conviene salvaguardar también el ambiente natural para el desarrollo de la persona que es la familia.
Es evidente que el contexto de amor y de entrega interpersonal de hombre y mujer en el ámbito conyugal supone una donación mutua a la cual viene un regalo que es el hijo, ese hijo no es producido, no es artificialmente hecho, sino procreado.
El concebido en el seno materno es un "Nasciturus" (el que va a nacer), mientras que el concebido in vitro es un "Moriturus", ya que morirá en la mayoría de casos.
Aunque se enfrenta a cuestiones novedosas, el bioderecho no debe olvidar nunca los principios fundamentales y sólidos. El fundamento es la dignidad humana intrínseca a cada persona (bioética personalista), no nace de un consenso o un acuerdo sino de la igualdad ontológica de todos los seres humanos. Ningún derecho debe permitir que un ser humano sea tratado como un objeto. El principio de dignidad conlleva el necesario respeto y protección jurídica de toda vida especialmente la del más débil.
Todos los derechos humanos se apoyan en el derecho a la vida; rechazarlo, negarlo, minusvalorarlo, degradarlo, implica negar todos los demás derechos humanos.
Podemos discutir la animación, podemos discutir el concepto de persona... pero lo que está claro es cuándo se inicia la vida de un ser humano y cuando termina, eso es muy fácil de determinar, y sobre eso se puede alcanzar un acuerdo, y es a lo que tenemos que ir.
Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae plasmó la gravedad de negar este derecho, quien atenta contra la vida del hombre atenta de alguna manera contra el autor de la vida, Dios mismo.
Así, y siguiendo a Santo Tomás de Aquino, toda ley humana tiene razón de ley sólo cuando se ajusta a la recta razón, en cuanto se aparta de ella, es una ley inicua que no tiene carácter de ley sino más bien de violencia. No hay pues obligación de acatar leyes gravemente injustas como las del aborto o la eutanasia, y de allí nace el derecho a la objeción de conciencia.
Estos argumentos a favor de la vida suelen ser rechazados desde una concepción positivista del derecho, desde esta perspectiva, el derecho puede tener cualquier contenido, siempre y cuando respete los derecho establecidos, el derecho nacería sí del consenso social.
El intento de evitar que la moral influya sobre el derecho acaba sometiendo el derecho a morales inconfesadas como lo políticamente correcto, y se acaban reconociendo derechos que no son tales, porque para tener derecho a algo tiene que ser algo bueno, entonces hay cosas que la gente entiende que no son buenas, pero sin consideran que otros tienen derecho a hacerlas, 'por qué? pues porque se han convertido en políticamente correctas, los medios de comunicación las han convertido en intangibles, entonces se pasa de la tolerancia (que es admitir algo que uno considera malo, pero por la libertad del otro lo admito) a reconocerle derecho a hacerlo, y nadie tiene derecho a lo torcido.
En la práctica, los intereses económicos, de grupo o de casta son más poderosos que la razón, la justicia y los valores
Los intereses son muy poderosos porque se articulan con fuerza, se buscan, mientras que los valores, que aparecen ante los sujetos con gran fuerza también, pero se articulan de una forma más débil, entonces ocurre que cada vez que hay un interés poderoso en negar a alguien que sea una persona humana, se acaba imponiendo.
Legislar apelando a un consenso que no existe supone en muchos casos camuflar intereses subjetivos, políticos o partidistas bajo apariencia de legalidad.
El fundamento de la dignidad humana no puede ser la fuerza de la mayoría sino la verdad. Sólo la intrínseca justicia de los preceptos jurídicos y el respeto a la dignidad del ser humano pueden se considerados como fundamento último del derecho.
Toda la filosofía de los derechos humanos se apoya en que existen verdades y exigencias derivadas de la naturaleza humana que nunca y en ninguna circunstancia pueden ser negadas, por eso deben de estar por encima de los vaivenes de las mayorías y del consenso social, se trataría de límites infranqueables. Ninguna mayoría puede justificar la legalización de la esclavitud o de la tortura, ¿por qué sí el aborto o la eutanasia? ¿porque lo decide el poder político, económico o mediático? ¿ha de estar la humanidad sometida al poder de los más fuertes?
Texto de “La Cultura de la Vida. Cuestiones de Bioética”- Goya Producciones, patrocinado por el Pontificio Consejo de la Familia.
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ResponderEliminarAsí es como tratan de manipular a las personas, quieren imponer la ideología de género.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=wU_cDUug07o